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FÁBULAS EN ALTA VOZ

De regreso a la realidad

Pasó la Semana Mayor. Los católicos sufrimos la muerte y vivimos la maravillosa Resurrección de Jesucristo. Ahora volvemos a la cotidianidad, la cual nos recuerda que seguimos sufriendo, pero en esta ocasión por unos problemas que se han convertido en el pan nuestro de cada día, y que no distinguen entre religiosos, estatus social, edad, sexo ni nada que se parezca. Todos estamos en el globo. Somos vulnerables a la inseguridad, al alto costo de la vida, a la injusticia, al desfalco y a todos los males que arropan nuestra sociedad. Estamos atravesando un calvario que, guardando la distancia, nos hace merecedores de una corona aunque sea de alambre de púas. Para comprobar cuán grande es nuestro nivel de paciencia, visité una ciudad fabulosa donde los habitantes reclaman su derecho a vivir en paz, a tener una sana alimentación, a que sus hijos disfruten de una educación de calidad, a que la ciudad se mantenga limpia de desperdicios y de la ‘basura humana’ que perturba la tranquilidadÖ En fin, los ciudadanos exigen, por supuesto, sin alterar el orden, que se les cumpla y que las autoridades den la cara ante cualquier conflicto que altere la paz social. En aquel lugar fabuloso, de advertirse alguna alteración, se ‘empantalonan’ y emplazan a las autoridades a ‘resolver o resolver’. Eso de ‘marear’ al pueblo con interrogatorios infructuosos por un caso de corrupción, allí no sucede. De hacerlo, bastaría con una sola muestra para que los habitantes digan: “No más. Aquí no hay vacas sagradas”. Para hacer que las autoridades reaccionen no tienen que recurrir a la violencia. Tienen leyes que se cumplen y, lo más importante, independencia de sus tres poderes. En ellos encuentran su verdadera arma para reclamar sus derechos. Tan diferente a nosotros, pues solo hice regresar a nuestra realidad para darme cuenta de cuán débiles son las nuestras y lo ‘coordinados’ que trabajan nuestros poderes, al punto de que parecen uno solo. Cualquiera no quisiera volver a esta realidad, donde no es necesario levantar escombros para ver con nuestros ojos y oler con nuestras narices lo podrido que está nuestro sistema político. Ojalá pudiera cargar con todos los dominicanos de buena fe e irnos para siempre donde sí se puede volver a la realidad.

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