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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Lo que te enseña el duelo

Cuando atraviesas por un momento de dolor debido a la pérdida de un ser querido aprendes tantas cosas. Comprendes la importancia de tener una familia unida, de haber ‘sembrado’ bien en el pueblo donde naciste, te das cuenta de que no hay distancia que le impida estar contigo a quienes quieren acompañarte en ese trance, de que no hay tapones, no hay jornada de trabajo ni ninguna otra excusa que se interponga para estar con quienes más que nunca, necesitan de un fuerte abrazo. Valoras tanto la importancia que tiene que tanta gente se identifique con el dolor ajeno.

Irónicamente, en esos momentos también aprendes que no todo el que dice ser tu amigo, lo es, y que quién menos esperas es el primero que te consuela. Aunque se te obnubile la mente, también puedes observar que, a quién esperas ver puede que pese a saber por lo que estás pasando, no haga acto de presencia, y que a quién más lejos tienes está más cerca de ti de lo que jamás imaginaste. Es que el duelo te enseña tantas cosas que hasta te lleva a descubrir cuán grande es la hipocresía de algunas personas o qué tan débil eres para lidiar con todas estas emociones. Te lleva hasta a asustarte ante el poderío que tiene la tecnología, pues ese abrazo fuerte que se espera en un momento de tanto dolor, muchos lo cambian por un frío mensaje de texto o una llamada que a veces no puedes ni tomar. Claro, son gestos que se agradecen, pero de manera indirecta te llevan a reflexionar sobre cómo los avances de los nuevos tiempos están apostando a extinguir las muestras de solidaridad que caracterizaban al dominicano cuando un amigo, un vecino o un compañero de trabajo atravesaba por una situación de tristeza.

Esas enseñanzas son las que te llevan a querer, no solo viajar a una ciudad fabulosa, sino a mudarte en ella. Una, para consolarte con el apoyo incondicional que te demuestran quienes de verdad están contigo en cuerpo, alma y corazón. Y otra para no darte cuenta de cuán grande es la apatía de algunos que se escudan en miles de excusas para justificar su falta de solidaridad. De verdad que solo en un lugar fabuloso se puede pasar por alto este tipo de detalle, pues aquí no hay pero que valga cuando tu prójimo te necesita. No hay palabras que sustituya la calidez de un ‘apretón’ en ese momento en que tanto lo anhelas. Aunque las enseñanzas las aprendes día a día con el compartir o muestras de afectos, es en la adversidad cuando confirmas quiénes están en las buenas y en las malas. Pero bien... Hoy regreso de esta ciudad fabulosa para agradecer solo a todas esas personas por las que sí merece la pena volver a la realidad.

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