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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Un corazón que no aguanta más tristeza

Josué no era perfecto. Nadie lo es. Era un muchacho de esos que sueñan vivir una vida mejor. De esos a los que a una corta edad les toca asumir una gran responsabilidad cuando la adversidad se empeña en mudarse a su entorno familiar. Era de esos sobrinos a los que ves nacer, crecer y desarrollarse como a tus propios hijos. De esos a los que amas tanto que cuando los miras partir te duele hasta el alma. De esos a los que extrañarás con todo tu ser y te costará acostumbrarte a su ausencia. Sí, de esos que te dejan un corazón destrozado porque aparte del dolor de su partida te recuerdan que no es solo su muerte la que te causa sufrimiento. Son los tantos episodios tristes que ocurren en la familia y, que cada vez nos hacen más vulnerables y sensibles. De esos que te llevan a comprender que si bien es cierto que Dios no le manda nada a nadie que no pueda soportar, también es verdad que en ninguna parte de la Biblia dice que no se puede sufrir. Estamos mal. Sí, muy mal. La muerte de Josué nos tomó por sorpresa. No pensábamos que a tan solo un año de la muerte de mi sobrina Karina, y a tres meses de dos accidentes, uno que casi le cuesta la vida a mi hermano Anselmo, y otro que se llevó entre sus garras la pierna izquierda de mi sobrino Joan estaríamos viviendo otro momento de dolor. Todo esto sin tocar los otros acontecimientos pasados. Ni mudándonos a una ciudad fabulosa creo que podríamos sanar unos corazones en pedazos. No soy quién para juzgar, pero creo que pocas personas tienen una fe tan grande como la mía. Sin embargo, no puedo dejar de sentir en cada parte de mi ser una gran impotencia ante tanto sufrimiento, sobre todo ante el que siente mi hermana Milagros, a quien la vida le ha arrebatado a dos de sus hijos, y le mantiene postrada en una cama a otra hija. Por si fuera poco, también le quitó a su esposo, que era su soporte. Perdóname Señor, respeto tu voluntad, pero no puedo controlar esta pena profunda que me ha causado la muerte de Josué. Estoy triste, muy triste, y sé que solo Tú puedes ayudarme como lo has hecho en las tantas ocasiones en que te he necesitado. Me has fortalecido, es cierto, y gracias a esa fortaleza es que he podido seguir hacia delante ante los demás eventos de tristeza que nos suceden. Pero hoy no sé si pueda aguantar más. Tu fallecimiento, Josué se ha llevado mi aliento, mi sonrisaÖ Solo te pido a ti Señor que, con esta tragedia no te lleves mi fe. Te amamos mi sobrino del alma, descansa en paz. Seguimos de pie hasta que Dios quiera.

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