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COSAS DE DUENDES

Cuando Dios nos rompe

Imagine una piña jugosa. ¿Se le hace la boca agua? Pues, suponga que alguien le regala esa fruta pero con la condición de que tiene que tragársela entera, sin cortarla en rodajas. ¿Está dispuesto a comérsela así? No creo.

Y, como usted, muchos otros a quienes se la ofrezcan, con esa condición, la rechazarán. ¿Y cuál es el destino de una fruta que nadie se come? Se pudre. Esto también ocurre con aquellos creyentes que queremos servir a Dios pero enteros, sin que nos partan en pedazos, sin pasar por la prueba.

El fallecido sacerdote Emiliano Tardiff explica, en una prédica, que así como Jesús partió el pan y se lo dio a sus discípulos, quien aspire a ser un testimonio que impacte en la vida de sus hermanos, no puede quedarse como un pan entero. Este cristiano debe permitir que Dios lo rompa y, solo entonces, Él nos reparte y nos convierte en alimento para la fe de nuestros semejantes. Así de simple.

Así de duro.

Tardiff cita, como ejemplo, el caso del diácono José. Pese a ser un hombre adinerado, decidió obedecer un llamado de Dios y regalar todo lo que tenía. Luego, durante dos años, encabezó un ministerio a través del cual Dios hizo muchos milagros.

Pero en la parroquia donde José servía hubo cambio de sacerdotes.

Estos no creían en el Movimiento Carismático, al cual pertenecía José, y le prohibieron hasta llevar la hostia a los enfermos. El obispo le dijo que lo sentía mucho pero que los sacerdotes no aceptaban que él sirviera. Le preguntó, qué quería hacer. José le respondió que si los tres sacerdotes, que habían sido elegidos por el Señor y ungidos por Él, no tenían Espíritu Santo, él debía tener menos. Así que obedecería lo que ellos dispusieran. Durante cuatro años, José se mantuvo en su parroquia sin servir.

Un día, durante una ceremonia de confirmación, el obispo dijo que, al parecer, aquella parroquia necesitaba un ejemplo de obediencia y que para ello Dios había escogido a José, quien representaba el mejor ejemplo de obediencia. En ese momento, lo llamó al altar, le restituyó su condición de diácono y lo invitó a celebrar la misa con él. Tardiff, al citar este testimonio, señaló que Dios estaba rompiendo a José para darlo a sus hermanos.

De manera que, si un día sentimos que Dios nos parte en pedazos, debemos tener presente que eso ocurre antes de convertirnos en un testimonio que alimenta la fe de otros.

Recordemos que, si permanecemos enteros, nos pasará como la fruta, nadie podrá tragarnos y solo queda pudrirnos.

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