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COSAS DE DUENDES

La rival

A propósito de que el próximo martes es 14 de febrero, les cuento una historia de amor muy particular. Frente a la casa de una amiga mía se mudó una pareja de esposos. Mi amiga, cuyo nombre mantendré en el anonimato para que no me mate, se enamoró del marido de su vecina a quien vigilaba cada tarde desde la ventana. Ella, que es una mujer divorciada, arrancó carcajadas entre quienes escuchamos su aventura.

Como si se tratara de una cita, dice que esperaba a aquel hombre día tras día. Claro, estaba convencida de que nadie se había enterado de su enamoramiento hasta que, en cierta ocasión, vio a su propia hija, una niña pequeña, aferrada al ventanal y le preguntó, varias veces, qué miraba. Ante el silencio de la niña, decidió asomarse también. Pues, ¿qué creen?, la pequeña vigilaba al vecino que debía tener algo interesante, pensaría ella, ya que despertaba tanto interés en su madre.

Ese día, mi amiga dice que sintió un sacudión interior y se preguntó qué estaba haciendo. Para rematar, por primera vez, reparó en que el objeto de su pasión era feo. Pues, este hombre llegaba cada tarde del gimnasio yÖ no se había tomado la molestia de mirarle la cara !ja, ja! De manera que, tras tres meses desperdiciados, cerró la ventana para que su hija no volviera asomarse tampoco, y dio por terminado el romance. La parte buena es que su vecino la motivó para bajar de peso y volverse más bonita. Mejoró tanto que el hombre, con cuerpo de pecado y cara de arrepentimiento, es ahora quien le dedica miradas de admiración. Mientras, la esposa, con razón, lo censura con muy mala cara.

Esta historia revela que las mujeres tenemos muchos recursos para escapar de la soledad y aferrarnos a la ilusión. También, que el corazón de una mujer es un pozo insondable, como dice otra amiga mía, donde, si hurgas, no sabes lo que vas a encontrar. Puedes descubrir adoración por un vecino o por un amor imposible. En ambos casos, lo recomendable es observar desde la ventana y, cuando le vea el lado feo al asunto, o al individuo, ciérrela. Que lo imposible y lo prohibido tienen tufo a pecado y, a veces, lo más inocente se complica. Y es que todo lo que hacemos, aun lo que creemos secreto, cuenta con testigos. Algunos tan inesperados como la pequeña hija de mi amiga, que se había convertido en la rival de su madre frente a aquel amor platónico.

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