Pintando la casa

Estamos pintando la casa. Es un trabajo engorroso, pues aunque nosotras no somos las que empuñamos la brocha, tenemos que estar pendientes del trabajo para que el pintor no deje algo sin pintar o mal pintado. Además, está el trabajo de desmantelarlo todo, hay que mover los muebles, descolgar los cuadros de las paredes, cubrirlo todo con sábanas, quitar las cortinas, en fin, casi una mudanza.

Emma ha resoplado de lo lindo, además de opinar sobre el color de la pintura. Al observar que el de la brocha gorda estaba cubriendo las paredes de blanco, prorrumpió en exclamaciones, según ella, la casa parecería ¡un hospital! Pacientemente le expliqué que se estaba poniendo un recubrimiento contra la humedad y que luego se procedería con la pintura. Mi factótum no la tiene todas consigo, a cada rato inspecciona el trabajo del pintor, no le perdona ningún manchón ni ninguna omisión, a pesar de que le digo que aquello irá recubierto por la pintura final.

Para tranquilizarla, le pedí que escogiera en el muestrario la pintura que más le gustase. Se decantó por el color amarillo pálido, casi blanco, con el exótico nombre de Sahara, creo que fue el nombre lo que en realidad le gustó...