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¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

¡Ustedes son la luz del mundo!

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Hablábamos el pasado domingo sobre las Bienaventuranzas, y decíamos que el cristiano que no vive las bienaventuranzas no es verdadero cristiano. Hoy el Salmo nos grita: ¡El justo brilla en las tinieblas como una luz! Y vemos en el Evangelio hoy según San Mateo, que debemos ser como la sal de la tierra. Porque, si la sal se vuelve sosa, la van a tirar fuera para que la pise la gente.

Nosotros los cristianos debemos ser como la luz y la sal de la tierra. ¿Y qué estamos haciendo? ¿Si no estamos viviendo las bienaventuranzas y no somos luz y sal de la tierra, para qué estamos aquí? ¿Qué vamos a responder al Señor que nos interpela? En la lectura del libro del profeta Isaías, el Señor nos lo recuerda y nos dice: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces, clamarás al Señor, y te responderá, gritará, y te dirá: “Aquí estoy”. Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”. Y es que el justo jamás vacilará, ni temerá las malas noticias, pues su corazón está firme en el Señor, como nos dice el salmo de hoy. Pienso que todos debemos decirle al Señor: Aquí estoy, Señor, ¿qué quieres que haga en estos momentos de tanta crisis en el mundo? ¿Que me quede estática, contemplando el entierro pasar por la calle de enfrente, o, que decida hacer tu voluntad de llevar tu palabra, a toda criatura en el mundo, como nos lo pedías en Mateo 28, 19-20. Y es que es el mismo Señor Jesucristo quien desea que seamos evangelizadores de su misterio, de su vida, pasión, muerte y resurrección.

San Pablo también se sentía “temeroso” de ir a evangelizar a los corintios: “Yo, hermanos, cuando vine a Uds. a anunciarle el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre ustedes me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado. Me presenté a ustedes débil y temblando de miedo, mi palabra y predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del espíritu, para que su fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1Cor 2, 1-5) Y es lo que nos está pidiendo hoy también a nosotros, que a pesar de pensar que no sabemos nada, el espíritu del Señor nos dará las palabras necesarias para llevar el mensaje de salvación a los que lo escuchan.

No tengamos miedo, vamos a ser luz y sal de la tierra para tantos que lo necesitan, y vivamos nuestro testimonio de vida que hemos tenido con nuestro encuentro con Jesús de Nazaret. ¡Amén!

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