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La Ciudad de la Alegría de Calcuta no pierde la sonrisa

Resultados. El gigante asia´tico sigue en la senda del crecimiento con un 7,6 % en el an~o fiscal 2015-l6.

Resultados. El gigante asia´tico sigue en la senda del crecimiento con un 7,6 % en el an~o fiscal 2015-l6.

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Luis Ángel Reglero (EFE)Calcuta (India)

La Ciudad de la Alegría hace tiempo que dejó de ser aquella barriada de chabolas que inspiró un libro y una película en Calcuta, pero décadas después la miseria sigue y con ella la labor solidaria que impulsó un cura francés y que una ONG española evitó que se perdiera.

El barrio en el que ahora predominan edificios más o menos nuevos, aunque precarios, se llama en realidad Pilkhana y está en Howrah, una ciudad gemela de la metrópoli oriental india de Calcuta, al otro lado del río Hooghly.

“Está mejor ahora, pero sigue habiendo mucha miseria”, relató a Efe Antonio Mesas durante un recorrido por el enjambre de callejuelas en el que bulle la vida cotidiana de sus 100.000 almas.

Mesas, director en la India de la Fundación Colores de Calcuta, llegó en 2001 como voluntario de las misioneras de la Caridad de la madre Teresa y decidió quedarse en esta metrópoli que supera los 14 millones de habitantes. “Me di cuenta de que había que hacer algo, pero no sabía qué”, confesó.

Ese algo para quedarse fue nada menos que proseguir la labor iniciada en la década de 1960 por el sacerdote francés Francoise Laborde, que en 1985 inspiró a su compatriota Dominique Lapierre el libro “La ciudad de la alegría”, nombre con el pasó a conocerse Pilkhana y por extensión toda Calcuta.

La casa de acogida que fundó el cura había tenido que cerrar y estaba a punto de hacerlo el consultorio médico, cuyas penalidades son a su vez el eje central de la película inspirada en la novela que en 1992 dirigió Roland Joffé y protagonizó Patrick Swayze. “Estaba a punto de cerrar, porque el dinero no llegaba, y solo había un médico, en situación precaria, sin medicinas”, recordó quien un día decidió dejar su trabajo de publicista en Barcelona (España) para quedarse con los más pobres de los pobres, como predicaba Teresa de Calcuta.

Nacía así “Un ladrillo en Calcuta”, una asociación que impulsó en 2005 y que empezó a trabajar con Seva Sangh Samiti, la ONG india que había puesto en marcha el padre Laborde, quien aún sigue viviendo en la ciudad, ya casi nonagenario.

Al año siguiente, Anand Bhavan, la Casa de la Alegría en bengalí y que está situada en el vecino barrio de Salkia, reabría sus puertas para acoger a niñas desfavorecidas “después de rehabilitarla toda, de hacer todo nuevo”, relató Mesas.

Algo parecido hubo que hacer en 2007 cuando pasaron a gestionar el consultorio. Fueron los comienzos del proyecto que en 2013 pasó a constituirse como Fundación Colores de Calcuta y que en la actualidad ayuda cada año a unas 25,000 personas.

Al hogar para niñas y al centro médico se han ido sumando proyectos como una guardería, un programa para niños con desnutrición y un taller para mujeres artesanas. Cuando una familia de ocho o diez miembros vive hacinada en un piso de apenas diez metros cuadrados, incluso sin ventanas, con menos del equivalente a un dólar al día que gana el padre tirando de sol a sol de un “rickshaw” o carreta de pasajeros a modo de taxi.

Década de trabajo “Harán falta muchas generaciones”, lamentó Mesas, para que la Ciudad de la Alegría destierre los callejones inmundos con montones de basura y aguas fecales estancadas. Mientras tanto, Colores de Calcuta ha cumplido una década manteniendo vivo el testigo de la solidaridad. La casa de acogida cuenta ahora con treinta niñas y adolescentes, de familias que no pueden mantenerlas y mucho menos pagar su educación, y el dispensario luce con orgullo una plantilla con cada vez más especialistas, incluido personal de la propia barriada, donde antes solo había un doctor a punto de cerrar su consulta.

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