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CIUDAD COLONIAL

El pequeño oratorio de familias de renombre

Capilla Nuestra Señora de la Altagracia, Capilla de los Dávila y Capilla de Nuestra Señora de los Remedios son parte de los nombres que ha recibido la pequeña ermita situada al otro lado de la acera del Panteón de la Patria, que en la actualidad funciona como salón para eventos sociales y culturales.

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Mayra Pérez CastilloSanto Domingo

Con juventud, sin riquezas pero sí lleno de aspiraciones llegó a La Hispaniola Francisco Dávila, quien se hizo acompañar de su familia, en una fecha que se remonta a la primera década después del 1500, cuando de inmediato inició a trillar un camino que poco a poco le dio posesión de tierras.

Edificó su hogar al lado de la casa de Nicolás de Ovando, fundador de la ciudad, y quien le otorgó el terreno y la edificación que hoy se conoce como Capilla Nuestra Señora de los Remedios.

En este territorio el crecimiento económico y social de esta familia fue ágil, hasta convertirse en una de las más influyentes de la época colonial. A Don Francisco lo designaron regidor y más tarde en oidor de la Real Audiencia.

Pero no son sus cargos en el Nuevo Mundo los que aún hablan por él, sino su accionar como hombre de paz. Él negoció el final de la guerra de Bahoruco, aplacando, a la vez, a quienes se disponían a pelear del lado español.

Al final de la calle de Las Damas, justo donde empieza Las Mercedes se encuentra situada una capilla privada con el apellido familiar, de arquitectura de estilo gótico isabelino con influencia morisca y de acústica perfecta. Desde afuera su apariencia es discreta, y anteriormente exhibió el escudo de los Dávila, pero desapareció.

Sobre el extraviado emblema, María Teresa de Catrain y Herrera Roa sugieren que le pudo haber ocurrido lo mismo que a otros edificios de su tipo, que durante la invasión haitiana; se les retiró los elementos que lo asociaban a España.

El resto de esta historia es corta. La construcción se inicia en 1551 y se finaliza en el 1554; independientemente y primero que la casa de al lado, la de los Dávila.

Con la desaparición de esta familia, comenta Herrera Roa, el oratorio pasó de mano en mano y fue cambiando de nombre.

Ignacio Cano fue uno de sus propietarios, la vendió en 1706. En 1886 Mercedes de la Rocha la donó a la iglesia para la adoración de Nuestra Señora de la Altagracia.

Llamado a la atención nacional El recorrido por la pequeña instalación fue guiado por Fabio Herrera Roa, quien tiene a su cargo la Capilla de los Remedios.

Durante la conversación dice que en la actualidad aquí se celebran conciertos, puestas en circulación, exposiciones y congresos; pero entiende que también podría ser parte de eventos tan importantes como la Feria del Libro, “que las grandes conferencias la traigan, porque aquí están las condiciones necesarias para ello”.

Historia Reconstrucción La Capilla de la Altagracia, hoy Capilla de los Remedios (nombre que adquirió luego de su reconstrucción en 1884); se edificó en la parte occidental del río Ozama y su fortín divisa la ladera del río y la desembocadura del mar, lo que goza de una visión completa que en tiempo de la colonia y más allá, alertaba cualquier amenaza, explica María Teresa de Catrain.

Anécdota Cuenta Kin Sánchez que poco después de la Independencia Nacional la capilla se mostraba con aspecto deteriorado, a consecuencia de los terremotos, huracanes y el descuido de quienes la tenían a su cargo; pero la complicidad de los amigos a quienes le llamaban “Los Tres Juanes Inseparables” (Los próceres de la independencia Don Juan Alejandro Acosta, Don Juan F. Travieso y Don Juan Pumarol) la libró de llegar a nuestros días hecha ruínas.

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