Santo Domingo 30°C/30°C few clouds

Suscribete

¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

Rema mar adentro

Avatar del Listín Diario
Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

nos pide lo que parece imposible, pero cuando tenemos fe y confianza en Él y hacemos lo que Él nos dice, salimos llenos de gracia y de bondad.

¡Cuántas veces pudiéramos decir como Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador”! Somos pecadores porque somos demasiado frágiles por nuestra falta de oración y confianza en el que todo lo puede. ¡Cuántas veces nos sentimos incapaces de realizar lo que el corazón nos está pidiendo, y por dejadez o por comodidad, lo dejamos de hacer! Sin embargo, el Señor, nos sigue pidiendo que hagamos lo que Él nos manda. Solo con nosotros el mundo será más justo y humano.

En estos momentos de debilidad no podemos dejarnos rendir.

Debemos atrevernos a remar mar adentro, e ir donde nos necesiten. Tratar de ayudar a los demás a encontrarse con el Señor.

¡Cuánta necesidad hay de hacer felices a los demás, pero, qué miedo tenemos de ir a donde los otros, de ir donde los que necesitan una palabra de aliento! La familia hoy más que nunca debe remar mar adentro y perder el miedo de actuar conforme a sus creencias. No debemos temer que nos llamen desfasados.

No siempre lo que piensa la mayoría es verdad. A veces es lo más cómodo y lo más fácil de realizar. “Pero por sus frutos los conoceréis”, nos dice el Señor en el Evangelio de Lucas, 6, 44.

Jesús le pide a Pedro que sea pescador de hombres. Y a nosotros hoy nos está pidiendo que también seamos pescadores de todo aquel que necesite una palabra de conocimiento en la persona de Jesús. Nosotros, como padres de familia no debemos dejar de cumplir con nuestra responsabilidad de ser los primeros educadores en la fe de nuestros hijos. No podemos dejar de vivir esos valores en los que creemos y transmitírselos a nuestros hijos. No podemos “tirar la toalla” frente a los desafíos de los tiempos modernos. Pero, no debemos actuar solos.

Debemos constituirnos en verdaderas comunidades que sepamos darnos apoyo unos a otros. Comunidades capaces de promover el desarrollo de los que la viven. S.S. Benedicto XVI, nos dice en su Encíclica “Caritas in Veritate”: “Sin Dios el hombre no sabe dónde ir, ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5) y nos anima: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el final del mundo” (Mt 28, 20)… Solo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero… El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos… Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestra esperanza más grande”.

Necesitamos cristianos con los brazos levantados a Dios en oración, cristianos capaces de remar mar adentro y pescar lo necesario para el bien de los demás, y “hacer la vida terrena más divina y por tanto más digna del hombre. Todo esto es del hombre, porque el hombre es sujeto de su existencia; y a la vez de Dios, porque Dios es el principio y el fin de todo lo que tiene valor y nos redime: el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro” (Idem).

Amén.

nos pide lo que parece imposible, pero cuando tenemos fe y confianza en Él y hacemos lo que Él nos dice, salimos llenos de gracia y de bondad.

¡Cuántas veces pudiéramos decir como Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador”! Somos pecadores porque somos demasiado frágiles por nuestra falta de oración y confianza en el que todo lo puede. ¡Cuántas veces nos sentimos incapaces de realizar lo que el corazón nos está pidiendo, y por dejadez o por comodidad, lo dejamos de hacer! Sin embargo, el Señor, nos sigue pidiendo que hagamos lo que Él nos manda. Solo con nosotros el mundo será más justo y humano.

En estos momentos de debilidad no podemos dejarnos rendir.

Debemos atrevernos a remar mar adentro, e ir donde nos necesiten. Tratar de ayudar a los demás a encontrarse con el Señor.

¡Cuánta necesidad hay de hacer felices a los demás, pero, qué miedo tenemos de ir a donde los otros, de ir donde los que necesitan una palabra de aliento! La familia hoy más que nunca debe remar mar adentro y perder el miedo de actuar conforme a sus creencias. No debemos temer que nos llamen desfasados.

No siempre lo que piensa la mayoría es verdad. A veces es lo más cómodo y lo más fácil de realizar. “Pero por sus frutos los conoceréis”, nos dice el Señor en el Evangelio de Lucas, 6, 44.

Jesús le pide a Pedro que sea pescador de hombres. Y a nosotros hoy nos está pidiendo que también seamos pescadores de todo aquel que necesite una palabra de conocimiento en la persona de Jesús. Nosotros, como padres de familia no debemos dejar de cumplir con nuestra responsabilidad de ser los primeros educadores en la fe de nuestros hijos. No podemos dejar de vivir esos valores en los que creemos y transmitírselos a nuestros hijos. No podemos “tirar la toalla” frente a los desafíos de los tiempos modernos. Pero, no debemos actuar solos.

Debemos constituirnos en verdaderas comunidades que sepamos darnos apoyo unos a otros. Comunidades capaces de promover el desarrollo de los que la viven. S.S. Benedicto XVI, nos dice en su Encíclica “Caritas in Veritate”: “Sin Dios el hombre no sabe dónde ir, ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5) y nos anima: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el final del mundo” (Mt 28, 20)… Solo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero… El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos… Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestra esperanza más grande”.

Necesitamos cristianos con los brazos levantados a Dios en oración, cristianos capaces de remar mar adentro y pescar lo necesario para el bien de los demás, y “hacer la vida terrena más divina y por tanto más digna del hombre. Todo esto es del hombre, porque el hombre es sujeto de su existencia; y a la vez de Dios, porque Dios es el principio y el fin de todo lo que tiene valor y nos redime: el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro” (Idem).

Amén.

Tags relacionados