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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Los difuntos merecen respeto

Ángela no está de acuerdo con el comportamiento que se está asumiendo en los velatorios. Eso la llevó a trasladarse a una ciudad fabulosa donde darle el último adiós a un ser querido supone una solemne ceremonia.

Eso de darle la espalda al ataúd, reírse en pleno velatorio, hablar en voz alta, ir con un vestuario fuera de contexto, jugar dominó cuando el funeral es en la casa, tomar alcohol e incurrir en otras imprudencias son cosas que no se dan en el lugar.

Quienes osen cometer este tipo de insolencia son sacados del lugar de una manera cortez y educada para no alterar el orden.

No tienen la necesidad de hacer nada de eso. Los habitantes de la ciudad donde ahora vive Ángela, tienen una comprobada educación. Desde pequeños se les enseña a respetar el dolor ajeno. Son incapaces de reaccionar indiferentes ante la muerte de un ser querido, un amigo, un vecino o un simple conocido. El respeto ante estos dolorosos episodios, no se negocia. Cuando los residentes de la ciudad donde viajó Ángela se animan a dar un pésame, lo hacen con la intención de solidarizarse con los dolientes, no sólo por cumplir y salir de eso. Cuando se desplazan a dar ese espaldarazo que toda persona necesita en esos momentos difíciles, lo hacen con una ropa adecuada.

Nada de destape y de colores fuera de los que establece el código de vestimenta en estos trances. La risa queda guardada en sus casas y, en el mismo lugar se depositan las ganas de una partida de dominó. Saben que hay otro escenario para hacer uso de la diversión. No hay que hacer uso de la hipocresía con unas lágrimas de cocodrilo que no salen del alma.

Basta con un abrazo sincero que, aunque sin mediar palabras, exprese todo el sentir de un buen amigo, vecino, en fin, de esa persona que se quiere tener a favor en momentos de dolor.

Ángela volvió a su realidad, precisamente quejándose de la poca educación que existe entre muchos dominicanos cuando de dar un pésame se trata. Ya no sólo vemos en los funerales la poca expresividad de sentimiento de los dolientes, sino la poca educación que se tiene cuando se va a dar un pésame. Hay poco respeto por la persona fallecida que, en su último adiós merece ser despedida con solemnidad, no importa inclusive, el tipo de vida que haya llevado en la tierra. Vamos a respetar, si no al difunto, a los dolientes que atraviesan por un duelo y merecen compasión.

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