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COSAS DE DUENDES

Herencias

La palabra herencia suena bien. Al escucharla, pensamos en que vamos a recibir algo valioso: dinero, joyas o propiedades. Algunos nos lamentamos cuando no hay bienes para repartir. Pero lo cierto es que siempre heredamos. El volumen de hábitos, costumbres y valores que nos lega la familia es muy grande. Y esa herencia, a veces, pesa. Observaba a un padre obeso y su esposa, también en sobrepeso, que acompañaban a la hija de ambos al parque para que montara bicicleta. El padre permanecía sentado, se le hace difícil moverse, la madre también, y la niña los imitaba mientras la bicicleta estaba tirada en el suelo. Aunque se trata de una bebita, ella también luce gordita. Es que, muchas familias cultivan una relación poco sana con la comida. Esta se convierte en premio, motivación y escape. Son padres que retribuyen a sus hijos con comida si cumplen con sus deberes. O les enseñan a comer hasta hartarse. En el almuerzo, hablan de lo que cenarán. Y los miembros de la familia que tratan de apartarse de esos hábitos dañinos son cuestionados: ¿Qué te pasa, por qué no comes más?; o chantajeados: ¡Pero si yo preparé esa comida para ti, no me digas que me la vas a dejar en el plato! O boicoteados: ¿Tú estás a dieta otra vez? ¿Y para qué? Cómete un poquito, eso no te va a engordar. Y así. Los niños se convierten en adolescentes con problemas de sobrepeso o desórdenes alimenticios. Luego, en adultos que no saben cómo manejar, de una manera sana, su relación con la comida. Y ese aspecto, de los alimentos, es solo uno. Heredamos el apego a los bienes, o la incapacidad para administrarlos. El miedo a dar un paso fuera del área segura. También, los complejos: hay bonitos que se sienten feos y feos que se creen bonitos. Heredamos el manejo equivocado de las emociones y lo replicamos con tal similitud que da escalofríos. ¿No se ha descubierto repitiendo frases, en el mismo tono y con el mismo gesto, que lo hacían sus padres y que usted les criticaba? Esas herencias emocionales, conductuales, genéticas, están ahí. Lo bueno es que, como el dinero, las joyas o las propiedades, si no las quiere, tiene la opción de rechazarlas. Cuesta más trabajo, mucho más. Pero, con el paso del tiempo, podemos aprender a no recibir, de nuestros padres, sus complejos, debilidades y traumas. Claro, sin herirlos. Recuerden que a ellos también les fueron heredados. Pero, al no replicar los errores, construiremos una herencia diferente para nuestros hijos, una que puedan recibir como un regalo y no como una carga.

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