Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

COSAS DE DUENDES

Como el mar

El anuncio de que podría afectarnos un ciclón, hizo que prestara atención al mar. Lo contemplé tan tranquilo, sin rastro alguno de lo que, supuestamente, se avecinaba. Y comparé su quietud con lo que ocurría en tierra firme. Justo después de la playa, en la orilla, nosotros, los ciudadanos, especulábamos y temíamos, pero sin bajar el ritmo cotidiano que seguía a toda velocidad. El cadáver de un mendigo apareció en el Parque Mirador Sur. Franchesca Lugo Miranda, joven y bella, fue asesinada cuando su novio y su cuñado se enfrentaron a tiros con un grupo de ladrones que intentaron asaltarlos. Luguelín ganó. La bolsa de China se desplomó. Las dominicanas ganaron, perdieron y volvieron a ganar en voleibol.

El precio del petróleo se deslizó como en un tobogán. Tres norteamericanos y un inglés se convirtieron en héroes de Francia tras evitar un atentado terrorista en un tren. Otra mujer, y otra, y otra más, cayeron asesinadas. La lista de huérfanos sin madres ni padres creció. Los sospechosos de matar a Francesca resultaron ser dos policías, un ex policía, un ex militar y un delincuente fichado. Todos juntos y asociados. Hubo más asaltos y más muertos. La bolsa de China se recuperó, y el mundo con ella. ¡Quién lo diría! Mientras tanto, el mar continuaba en calma, impávido, sin que la vorágine de los acontecimientos humanos le afectara en absoluto. A él no le interesa si quienes están en su orilla son dos amantes que se besan, un ladrón que oculta su botín o dos enemigos que se baten a duelo. Se traga sin preguntar la sangre o la cerveza, las diluye, las lleva a sus profundidades, las convierte en mar.

Se parece mucho a nosotros, los seres humanos. Su lógica es igual que la nuestra. No le afecta lo que ocurre fuera de él, puede ser un incendio, una fiesta o un sepelio. Lo que le sacude, y convulsiona, es aquello que se origina en su interior. Son los huracanes y tormentas que se forman en sus entrañas. Igual pasa con nosotros. Nos afecta lo que llevamos dentro, no lo que se desata afuera. El insulto hiere menos que el complejo personal que nos lleva a creer que la afrenta escuchada es cierta. La tormenta interior no amaina aunque nos rodee la más completa paz. Y, si estamos en paz, ningún huracán externo podrá alterarla. Como el mar, que mientras nosotros nos preparábamos para un ciclón, no se inmutaba. Entonces, la amenaza se diluyó hasta convertirse en una lluvia que, lejos de provocar plegarias, resultó bienvenida. Y el mar siguió tranquilo. El muy pícaro sabía lo que no pasaría.

Tags relacionados