Más preciada que nunca

La sequía tiene a Emma fuera de quicio. Por su casa no hay ni una gota de agua, y tienen que ir muy lejos a recogerla de un pozo. Ante el predicamento, mis hijos le regalaron unos cuantos tanques plásticos para que pueda almacenar el preciado líquido.

En casa no hay problemas todavía, aunque yo le he prohibido que riegue el jardín con manguera, tampoco se usa para lavar el carro. Todo se tiene que hacer con una cubeta y con una regadera. A Emma no le hace mucha gracia, porque tiene que dar muchos viajes con la regadera a cuestas y el muchacho que lava los vehículos también refunfuña, pero se conformaron cuando les hice ver que el desperdicio de agua perjudica a otra gente.

La escasez de agua se está convirtiendo en un problema nacional, agravado por el fenómeno de “El Niño”. La sequía amenaza con acabar con la agricultura y crear una crisis en las poblaciones. Emma se ha dedicado a crear conciencia, y ya tiene aleccionadas a las trabajadoras del vecindario, y cuando va al colmado o a la farmacia, recomienda a los parroquianos que ahorren el agua. El otro día la sorprendí dándole un sermón a un muchacho que andaba lavando un carro con una manguera, justo enfrente de nosotros. Cuando atravesamos por un período de sequía, nos damos cuenta de lo preciado que es ese líquido que brota por los grifos de lavamanos y bañeras, además de los otros grifos que generalmente tenemos en muchos lugares del hogar. La consigna por estos meses la da Emma: “Ahorremos agua por favor”.