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SERIE ESPECIAL (2)

“ Es un mundo vacío, horrible”

MUJERES REVELAN CÓMO LAS DROGAS HAN IMPACTADO SUS VIDAS

“Le tenía tanto amor a esa sustancia que ahora me ha convertido en una mujer sin paz”, expresa sin poder contener las lágrimas Mártires Núñez Díaz, de 52 años, quien tiene el historial más amplio de recaídas en Hogar Crea, en una búsqueda incesante de su recuperación para reinsertarse en la sociedad como un ser útil.

Hasta yo mismo me conmoví con su desgarrador testimonio, y tuve que interrumpir momentáneamente la entrevista para consolar a aquella mujer que con hondo pesar me susurró al oído: “Gracias, muchas gracias por ese abrazo”.

Ella perdió la cuenta de sus recaídas, pero sus terapeutas suman ya cerca de 25 intentos para escapar de la adicción a las drogas en que cayó luego de una severa depresión porque su pareja la abandonó y en medio de ese proceso un familiar le dio a probar marihuana “para ayudarla a levantarse”.

“Ella es casi dueña aquí”, susurra una de sus compañeras, mientras Núñez Díaz trata hilvanar con frases entrecortadas el peregrinar que comenzó por distintos centros de Hogar Crea, en el año 2003.

Conoció luego otra pareja que le enseñó a ligar marihuana y crack, lo que asegura la llevó a un hondo abismo, además de que esa persona también la abandonó.

Cuenta que vendió todas sus pertenencias, llegó a robar y hasta a prostituirse para adquirir la droga, por lo que pidió a una hermana que la llevara por primera vez a Hogar Crea, pero apenas duró una semana. “Y volví a consumir, duré tres años, después volví, salí, regresaba, en mi familia me rechazaban, y me sentí ser nada”.

Dijo que entiende a su familia porque en ese momento era una persona rebelde y con todas las fallas del mundo producto de su desenfrenada adicción.

De ser una persona feliz y trabajadora, ella dice que pasó a ser una mujer sin paz y llena de decepciones. “Yo le sugiero a la gente que no se deje engañar por nadie que le ofrezca drogas. Es un mundo vacío, horrible, que no se lo deseo ni a mi peor enemigo”.

Definió la adicción a las drogas como un monstruo que te lleva a perder la dignidad, sufrir el repudio de la sociedad y a no saber qué hacer con tu vida.

“Siempre le digo a la juventud que se mire en mi espejo, llegué a nada”, exclamó cabizbaja.

La dama está convencida de que este nuevo ingreso en el Hogar Crea Femenino de la urbanización Tropical, en el kilómetro 6 de la carretera Sánchez, será “la última vuelta” de un trayecto que califica como la peor experiencia que puede vivir un ser humano.

La nostalgia por la familia, especialmente los hijos, y la necesidad de recibir apoyo de sus parientes está latente en la mayoría de las residentes de este centro.

Las “malas compañías”, depresiones mal manejadas y algún trauma familiar que arrastran desde niñas llevaron a la mayoría de las residentes al consumo de drogas, algunas incluso en la adultez.

Era una persona agresiva Nurys Santos Gómez, de 58 años, comenzó su tratamiento de reeducación en 2010 y ha tenido tres intentos fallidos desde entonces. Su adicción comenzó por la influencia que ejercieron sobre ella amigas con las que andaba de “fiesta en fiesta”.

“Llegó un momento en que si no la usaba no podía ni siquiera levantarme de la cama, no podía funcionar, ser yo”, refiere sobre la adicción que la atrapó a la edad de 41 años.

La dama indica que el consumo de drogas introduce en un mundo irreal donde “uno se cree el mejor de lo mejor”, pero en realidad se convierte en un guiñapo humano.

Considera que la familia sufre y se avergüenza cuando tiene un adicto en la casa, pues es una vida esclavizadora en que poco a poco el consumidor se va matando.

Ella llegó a consumir alcohol, cigarrillo, marihuana y crack, en un principio únicamente los fines de semana. “Lo que me llevó a tocar fondo fue el crack, una sustancia costosa y con una sensación que dura poco tiempo, y por eso te impulsa a querer más”.

Tiene dos hijos residentes en Estados Unidos y asegura que su familia se siente frustrada con ella por las recaídas que ha tenido durante el proceso de curación.

“Yo espero lograrlo en esta vuelta. Ahora yo lo estoy haciendo sin familia, porque ya lo voy a hacer por mí. Si uno lo hace por la familia y por los hijos, buscando aceptación, y no te aceptan, ahí uno fracasa”, puntualizó Santos Gómez, quien arrastra también el trauma de ser abusada sexualmente por su padrastro alcohólico.

Dijo que a veces piensa que pudo desarrollar antes la adicción, tomando en cuenta todo lo que ha pasado y la trayectoria triste que la marcó desde niña.

Lamentó que la mayoría de la población piense que el adicto lo hace por “sinvergüencería”, en lugar de verlo como un enfermo, porque eso no ayuda a cambiar actitudes y comportamientos. Y quizás en esto influya mucho hasta la etimología del término, pues según la Real Academia Española, droga proviene del árabe andalusí “hatrúka”, que literalmente significa “charlatanería”.

Confiesa que la parte más difícil de manejar con ella ha sido su agresividad y la falta de humildad, en lo que ha avanzado desde que comenzó este nuevo intento en mayo pasado. “No tenía tolerancia, siempre estaba agresiva. Ahora ya no”, expresa.

Le daban a guardar drogas Sofía (nombre ficticio porque pidió el anonimato), de 32 años, comenzó a consumir “perico” (cocaína) cuando era una adolescente de apenas 17 años.

Su hermana mayor se casó con un capo en Higüey y le daban a guardar la droga.

Ella era cristiana, pero asegura que tenía un mes “descarriada” cuando una amiga la motivó a consumir de la droga que su cuñado tenía reservada para la venta. “Yo era muy inocente todavía, porque hasta me gustaba jugar con muñecas”, refiere Sofía, para quien lo que comenzó con una prueba inocente de una adolescente, se convirtió luego en una obsesión que incluso necesitaba para poder tener relaciones sexuales. “Para yo tirarme un hombre arriba primero pensaba en el perico”, agregó.

Se fue a vivir después a la isla Saona y asegura que “allí perdí un buen hombre por mi adicción a las drogas”.

Sofía llegó a deambular por las calles y cuenta que un día estuvo en medio de una depresión tan fuerte, debido a que una prima a la que quería como su hija se suicidó, que estuvo a punto de arrojarse de un puente en La Romana.

Recuerda que de manera fortuita se encontró un día con un amigo reeducado de Hogar Crea cuando deambulaba por San Cristóbal. “Me halló en la (autopista) 6 de Noviembre con un gran jumo que me había dado y luego de que un grupo de muchachitos me entraron a pedradas, porque yo los agredí primero, porque a mí las drogas lo que me estaban era metiendo en problemas”, añadió.

Al ver a su amigo que conoció también como consumidor tan “bonito y cambiado”, le pidió que la llevara a Hogar Crea porque quería rehabilitarse. Ella está en el hogar femenino desde el pasado 8 de junio en su segundo intento de rehabilitación, ya que anteriormente estuvo en un centro del municipio Moca, en la provincia Espaillat.

“Llegue a estar tan delgada que se me veían las costillas”, afirma sobre su etapa más crítica en el consumo. Ahora asegura que se siente motivada y segura de concluir el tratamiento para no fallarle a su familia.

Comenzó en “coro de amistades” Yaritza Rijo probó cocaína a los 15 años de edad en un “coro de amistades”. “No quería al principio, pero fue tanto el hostigamiento que la probé”, recuerda sobre ese instante que le cambió la vida para siempre.

Sin embargo, desde esa primera vez no volvió a consumir hasta que a la edad de 18 años comenzó a trabajar en un centro de diversión.

Usó al principio pequeñas dosis que fue aumentando paulatinamente, hasta llegar a un punto en que todos los días amanecía consumiendo en las calles. “Después que me puse en eso comencé a ser irresponsable con mis hijos, a dejarlos solos, yo dejé de pagar el alquiler de la casa, comencé a descuidarme totalmente”.

Rijo confiesa que cuando pasaban los efectos del alucinógeno el sentimiento de culpa era tan intenso que pensaba en quitarse la vida, y aunque se decía a sí misma que no volvería a hacerlo, caía nuevamente en el consumo.

“Cuando comenzaba yo no quería parar porque no quería volver a la realidad. Empezaba un viernes y todavía el lunes estaba en eso”, expresa Rijo, quien sintió también el rechazo de su familia debido a la irresponsabilidad que mostraba con sus hijos.

Un día sentada en un parque, triste y llorosa, buscó por internet el teléfono de Hogar Crea, y logró ingresar el pasado 4 de enero.

Ahora con 30 años y tras cinco meses de tratamiento en la institución, a la que agradece por haberla acogido, afirma que su mayor anhelo es terminar el programa para reencontrarse con su hijo. “Estoy haciendo un cambio por mi vida, soy totalmente otra”.

En Boca Chica, a los 14 años Sandra Iris Santana, de 37 años, llegó referida a Hogar Crea Femenino del Centro de Rehabilitación Psicosocial, ubicado en el kilómetro 28 de la autopista Duarte, donde estuvo en tratamiento durante tres meses tras ser rescatada de las calles.

Ella comenzó a consumir cocaína a la edad de 14 años con un grupo de amigas y amigos en Boca Chica, zona turística donde desde esa edad ejercía la prostitución.

“Yo vivía en una pensión y salía con mis amigas en carros, íbamos a los hoteles, y así comencé a consumir”, indicó Santana, quien en medio de una crisis nerviosa fue llevada por el sistema de emergencias 911 a un hospital para recibir tratamiento psiquiátrico.

Santana tiene un mes en el Hogar Crea Femenino. Estuvo un tiempo en las calles alimentándose de lo que encontraba en los zafacones y durmiendo en las aceras.

Ella es uno de los tantos casos de Patología Dual debido a la adicción. Son aquellos pacientes usuarios de drogas que también padecen un trastorno mental.

Son líderes después de vivir dramáticas experiencias

La de mayor edad es una dama que concluyó el programa y se ha quedado en la instalación apoyando a las demás residentes, mientras cuatro ya alcanzaron la categoría de reeducadas.

Féliz tiene 13 años como líder en la institución a la que ingresó por consumo de cocaína, adicción que la atrapó cuando a los 38 años viajó a Italia para hacer realidad el sueño americano desde Europa.

En esa nación llegó a laborar en un gimnasio y en una oficina de abogados, trabajos con los que ganaba buen dinero para enviar a su familia que dejó en República Dominicana buscando un mejor futuro.

“Cuando asistía a fiestas, yo tomaba vino, y un grupo de amigas consumían cocaína. Me decían que probara y siempre decía que no, hasta que un día depresiva porque me enteré que mi hijo de ocho años estaba enfermo, la probé”, precisó.

Féliz expresa que se dio cuenta que era depresiva cuando consumió la droga y de que venía arrastrando un trauma debido al abuso sexual por parte de un familiar que sufrió cuando era una niña de 9 años.

Desde que lo hizo se sintió avergonzada y asustada. “Le pedí a un amigo que me llevara al médico, porque mi conciencia me gritaba para qué hiciste eso”, dijo sobre esa primera experiencia que se tornó más dramática cuando se movió a España.

“Ahí fue que yo comencé a consumir droga de verdad”, refirió, pues cuenta que conoció a una persona que fue su pareja, un hombre muy amable y propietario de una red de supermercados, pero que “consumía droga como beber agua”.

Cuando el consumo se intensificó, ella comenzó a tener poco contacto con su familia y dejó de enviarles dinero a sus hijos. Una hija viajó para intentar traerla de regreso a su país, pero no lo logró.

Féliz tocó fondo cuando duró seis días corridos consumiendo droga y se dieron cuenta porque su hija prácticamente le tumbó la puerta de su habitación. “Yo sentía unos toquecitos en la puerta bien lejos, pero yo sabía que me estaba muriendo”, recuerda sobre ese momento en que se sintió como si estuviera en coma.

A partir de ese episodio regresó a su país y entró a un programa de tratamiento ambulatorio, pero continuó con el consumo, a un nivel tal que llegó a intercambiar joyas costosísimas que compró en Europa por apenas un gramo de cocaína.

Recuerda que tras una reunión familiar por la situación en que se encontraba, decide entonces internarse en Hogar Crea Femenino, que en ese entonces funcionaba en el sector Arroyo Hondo de la capital, donde pidió ingresar con escasas pertenencias.

“Yo hice mi tratamiento con cuatro pantalones, cuatro t-shirt y dos pares de tenis, porque tomé conciencia y terminé de hacer lo que debía hacer”, afirma sobre ese momento en que se dispuso a asumir el tratamiento con determinación.

Féliz tuvo una recaída, pero logró finalmente completar su tratamiento que ahora la ha llevado a ofrecer apoyo desde la posición de directora de ese hogar femenino a residentes que pasan por su mismo drama. “Hasta la fecha aquí estoy dando tratamiento a los demás, y también recibiendo, porque esto es una constante lucha, día tras día cuidando su enfermedad. Esto es para siempre”, añadió.

Sus grandes satisfacciones las expresa con una amplia sonrisa: Sus hijos viven orgullosa de ella y ahora pone su experiencia para recuperar a mujeres de la esclavitud de las drogas. “Tú sabes lo bueno que es tomar una muchacha de esas que vienen al Hogar con un descontrol, consumiendo drogas desde chiquita, con todos los abusos del mundo, tú te concentras en ella, la trabajas dentro del programa y la llevas a una reeducación, te sientes feliz”.

Hizo un llamado a las familias para que brinden apoyo a sus parientes que han caído en la adicción a las drogas, pues deben verlos como personas enfermas que requieren de amor y paciencia para lograr la recuperación total.

Reeducada supervisa hogares Mientras, Jocelyn Puello, supervisora de los hogares femeninos, informó que cuentan con tres de ese tipo, dos en la capital y uno en la provincia Santiago. Ella también es una reeducada que logró superar el consumo de crack y cocaína, lo que comenzó a hacer en Estados Unidos, fruto de una depresión en que cayó por la muerte de su madre.

“Yo me veía como la oveja negra de la familia”, dice sobre el sentimiento de culpa que la embargó y la llevó a alejarse de sus parientes porque no quería que la vieran de esa manera.

No obstante, destacó que recibió mucho apoyo de su familia y, aunque también tuvo una recaída, ya lleva ocho meses en el hogar totalmente sobria y poniendo su experiencia al servicio de las mujeres residentes.

PATOLOGÍA DUAL Son frecuentes los casos de personas con Patología Dual, o sea, con adicción a las drogas y que también padecen un trastorno mental. Puede llegar por dos vías, personas con trastorno psiquiátrico previo que inician el consumo de drogas para aliviar sus síntomas. O aquellas sin trastorno mental previo, pero que debido al consumo de sustancias y a su vulnerabilidad individual, desarrollan una psicopatología.

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