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ENFOQUE

Corrupción, impunidad y el movimiento verde

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Wellington Ascanio PetersonSanto Domingo

Es justo el reclamo y las protestas contra la corrupción y la impunidad. Es un derecho que asiste a todos los ciudadanos (as). En nuestra sociedad está latente, desde siempre, la percepción de que la corrupción la arropa.

Por eso, hablar de corrupción sin tocar el fondo sería, sino una barbaridad, una herejía, porque de lo que se trata es de la necesidad de analizar y resolver causas, hechos, actores, y no buscar culpables al doblar de la esquina, pura y simplemente, sino responsables, para corregir este mal flagelador y se apliquen las sanciones correctivas.

Tenemos una sociedad con una memoria histórica cargada de corrupción heredada que no se debe olvidar, y que si vamos al fondo encontramos que ayer los sectores más “honorables” de los poderes fácticos de este país son los más comprometidos con la corrupción, que conspiraron y ejecutaron un amplio plan conspirativo que derrocó al primer gobierno constitucional democrático de la post-tiranía corrupta de Trujillo.

El golpe de Estado a Juan Bosch fue un acto que llevó al país a los brazos de un gobierno de facto, corrupto, y cuando el pueblo dominicano lo enfrentó con una guerra civil se produjo la intervención militar norteamericana, y esta guerra se convirtió en guerra patria y en plena guerra trajeron a Balaguer en un acto igualmente político de corrupción y crimen durante 12 largos años.

Que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho fue una expresión de burlas y mentiras. Todos sabemos los alcances de la corrupción de aquel régimen de barbarie. La corrupción es toda una cultura que permea a la sociedad; por eso es tan grave el fenómeno. Cuando el profesor Bosch la enfrentó, en 1963, los “honorables” aliados al poder extranjero lo tumbaron.

Hoy sigue siendo compleja la lucha contra la corrupción y la impunidad porque esta tiene carácter de clase, implicación política y algo más, en el plano de los posicionamientos geopolíticos pasados y actuales, en un mundo de competencias de poderosos.

La denuncia de los sobornos de Odebrecht y la aceptación por esta empresa de repartir US$92 millones de dólares, a cambio de contratos privilegiados de obras del Estado, se convirtió en una irrebatible muestra de corrupción.

Se inició entonces un movimiento de denuncias y protestas, se organizó un plan de movilizaciones y una agenda extendida.

Hubo un primer momento espontáneo de ese movimiento, en su fase inicial de nacimiento y en su composición, en el carácter y contenido que apuntaba a expresar críticamente los daños de la corrupción para el país y sus ciudadanos, y su necesaria corrección.

Como ha pasado en otras ocasiones, el carácter espontáneo y su contenido crítico para corregir y avanzar en el estado de derecho que vivimos y en un proceso de permanente esfuerzos de transformaciones socioeconómicas, este movimiento está intervenido, con la participación política comprometida de una oposición que está haciendo de este movimiento una plataforma política, con el propósito de “retornar al poder”, según declaraciones públicas de dirigentes políticos del PRM, Alianza País, Alianza por la Democracia y demás.

Este movimiento pierde su naturaleza espontánea y su independencia política y crítica, para asumir una posición apéndice de organizaciones políticas comprometidas con intereses políticos particulares.

Integrar a ciudadanos y promover movilizaciones y cambios se convierte ahora en una tarea partidaria con su alto contenido de sectarización y radicalidad, que no busca cambios en el marco del estado de derecho democrático, sino a partir de la articulación de una trama, de ofertas y acciones para desestabilizar y crear ingobernabilidad, lo que es igual a la violentación del estado constitucional.

De un movimiento de carácter amplio y participación abierta popular la oposición lo convierte en un movimiento que lesiona el estado de derecho. La oposición se convierte en una traba al desarrollo democrático e institucional de la nación. A un gobierno que ganó recientemente unas elecciones con el 62% de los votantes lo quieren bloquear en contra del normal tránsito de crecimiento en los últimos 39 años democráticos.

Hay una contradicción esencial que define y condiciona el comportamiento político de la oposición que debe ser valorado y apreciado por quienes asistimos a este momento político que caracteriza la situación política de nuestro país, de transformaciones sociales y económicas en beneficio de los más pobres, un rompimiento con el desamparo, en la práctica de una política social que se dirige a saldar la gigante deuda social acumulada durante décadas.

La falta de apreciación correcta de esta realidad mantiene a la oposición desarticulada. Los que podrían ser sus temas y objetivos para su programa, esta administración de gobierno lo está ejecutando y en camino de mejorar, en la medida que se le da seguimiento por exigencias propias en cada uno de los proyectos que se culminan.

La efectividad política de la oposición falla una y otra vez como dice el pueblo “no pega una”.

Lo grave ahora es su intervención en la “marcha”; se han enganchado a esta pasándole por encima, afectando su naturaleza y, en lugar de orientarla, la perturba.

Su falta de capacidad política y la contradicción entre su interés y los intereses generales de la nación, del bien común de los ciudadanos, no le permiten asimilar este proceso.

Su línea política radical choca con la Estrategia Nacional de Desarrollo, con la política social, con las grandes inversiones que se realizan hacia el rescate del patrimonio nacional y demás políticas que orientan en la actualidad este momento político.

La República Dominicana está inmersa en un proceso de cambios en el que participan todos los sectores sociales. Es un compromiso de todos porque a todos nos beneficia. Hacia ese objetivo deberíamos marchar unidos.

Los “verdes” no deben perder su color y asumir con más fuerza su rol con políticas de frente, con la objetividad que debe identificarles, sin perder el norte de un verdadero compromiso patriótico.

La oposición no entiende este criterio político, o no le interesa entenderlo.

El propósito de los partidos y movimientos políticos organizados es llegar al poder. Cuentan con una estructura orgánica en todo territorio nacional, con estatutos, línea general, programa y militancia activa permanente. Una amplia red nacional e internacional de cuadros políticos entrenados, preparados en la aplicación de sus políticas, se mueven orientados y dirigidos hacia objetivos definidos a partir de su plan y un programa.

Para estas organizaciones lo primero es el partido y el poder.

Algunas de las organizaciones políticas de oposición ya están formalmente reconocidas por la Junta Central Electoral. El PRM, cuando era parte del PRD y su dirección, igual que el PRSC, han estado en el poder dirigiendo el gobierno. En el caso particular, el ingeniero Hipólito Mejía, y la mayoría de los movimientos, también han participado en el poder; algunos aliados del PLD, cuando el doctor Leonel Fernández ocupó la dirección del Estado durante tres periodos.

De ahí que plantear ahora motu proprio, “que hay que aprovechar a los “verdes” para retornar al poder”, no es cuestión que sorprenda, porque ese es su objetivo permanente.

Lo que si llama la atención es la profunda incapacidad política del PRM y Alianza País, manifiesta cuando provocan las contradicciones internas en los “verdes”, sembrando la politización en este movimiento que, al parecer, nació espontáneo, minando su naturaleza, sin entender su importancia y lo que podría ser una fuerza independiente, de carácter ciudadano popular, que puesta al servicio exclusivo del interés común de los dominicanos, parte de una política de alianza que podría poner a pasos agigantados un mejor posicionamiento para vencer los grandes retos y desafíos a situaciones impredecibles en un mundo muy enrarecido.

Es lamentable que la oposición solo piense en la oposición.

Como no han podido elaborar políticas, a pesar de haber estado en el poder, no han presentado propuestas claras de soluciones a los múltiples problemas nacionales, por lo que cada día es mayor su alejamiento del poder.

No cuajan sus políticas, porque su producción no parte del análisis objetivo, concreto, de la realidad política, social y económica. Es el error de una traspolación hacía atrás que, como dice el pueblo, “no da píe con bola”, y prefieren andar enganchados a la cola de la “marcha”, en lugar de enriquecerla, utilizarla; no ofrecen cambios porque no hay cambios en su visión de sentido crítico y autocrítico.

De haberlo, tendría que reconocer sus errores, rectificar, y no ponerse a la cola, sino a la altura del proceso en República Dominicana. Aquí no tenemos antecedentes de pureza política, autocrítica.

Sólo el doctor Manuel Aurelio Tavares Justo lo hizo en el año 1963, a pesar de sus diferencias con el profesor Juan Bosch, a raíz del golpe de Estado del 63, con la consigna de la vuelta a la constitución. El MR 14 de Junio tomó las armas y desplegó seis Frentes Guerrilleros Constitucionalistas.

Este país no puede estar sujeto a una coyuntura.

No se trata solo de la aparición de algunos dirigentes de la oposición en las actividades de la “marcha”, son prácticamente todos, sino de sus declaraciones públicas ampliamente elaboradas en las que ya se plantean conceptos delicados, con propósitos malvados de que, “RD está en medio de una profunda crisis en el modelo de dominación política, social y económica” y “que si las cosas siguen como van el Presidente no va a terminar su periodo”.

De este planteamiento se pueden extraer los siguientes elementos:

RD es un país en crisis, ¿Cómo puede estar en crisis un país que supera a los demás países en su crecimiento económico y social?

¿Se violan los derechos ciudadanos en RD? ¿No hay libertades en RD? ¿Por qué situar al país en condiciones de extrema negatividad? ¿Qué se busca? ¿Con qué propósitos se altera la verdad?

En el país hay muchos imitadores políticos interesados en trasladar experiencias y situaciones de otros traídas por los moños a nuestro país. Aquí tenemos una situación particularmente dominicana que supera mucha de las contradicciones que otros países tienen.

Nuestro muro de contención a cualquier invento político aventurero, son los cambios que en la actualidad se operan aquí. Cuando se hacen esos planteamientos aventureros no solo se cae en la subjetividad, se cae en lo conspirativo.

La falta de perspectivas hace caer a los súper dotados, en la mediocridad de la aventura, ven fantasma hasta en la sala de sus casas.

Ojalá puedan reflexionar. De lo contrario la caída será más precipitada y aparatosa. Cada cual es responsable de lo que hace; donde quiera aparece un zafacón.

Tenemos que seguir; el país no dejará de crecer. Estamos convencidos.

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