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Aspectos médicos sobre el aborto

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Freddy Contín Ramírez / Especial para Listín DiarioSanto Domingo

Una vez más, el debate sobre el aborto ha vuelto a ocupar un lugar central en la discusión pública de nuestro país, teniendo como objetivo principal despenalizarlo en virtud de tres causales: cuando está en riesgo la vida de la madre, por inviabilidad del feto y cuando el embarazo ha sido producto de una violación.

Entre las diversas opiniones que existen sobre el aborto, hay dos consensos que es importante destacar. En primer lugar, que la decisión de abortar muchas veces es el resultado de una sociedad que no supo acoger a la madre en su estado de vulnerabilidad; y en segundo lugar, que la mujer embarazada debe ser sujeto de especial protección y acompañamiento, sobre todo cuando su embarazo, por diversas causas, presenta complicaciones.

Sin embargo, están equivocados aquellos que presentan el aborto como una solución para la mujer que lleva adelante un embarazo con algún tipo de riesgo. En primer lugar, porque una solución no puede conllevar el asesinato directo y deliberado de un ser humano inocente. El niño que reside en el vientre materno es persona, y como tal, tiene la misma dignidad que toda persona ya nacida y debe por lo tanto ser tratado en la protección de sus derechos, de la misma manera. En segundo lugar, el aborto no constituye una solución para la mujer embarazada, porque provoca una serie de consecuencias nocivas para su salud, tanto física como psicológica.

Afortunadamente, ya nadie pone en dudas, que los más recientes avances de la Citología, la Genética y de la Biología Molecular, han puesto de manifiesto que el comienzo de la vida humana ocurre en la concepción; es decir, cuando el óvulo de una mujer es fecundado por el espermatozoide de un hombre.

A partir de ese preciso momento dejan de actuar como sistemas independientes y se constituye un nuevo sujeto biológico e independiente de las células de sus padres. Este nuevo sujeto es llamado cigoto o embrión unicelular, el cual tiene escritas todas las instrucciones para su desarrollo en su código genético o genoma.

Ese programa único, original, y distinto de los programas del padre y de la madre, funcionará sin solución de continuidad desde ese momento hasta la muerte senil del individuo, dictando las órdenes para la construcción de órganos y la puesta en marcha de funciones según una precisa cronología.

Por lo tanto, el embrión no es un potencial ser humano, sino un real y actual ser humano con un futuro más corto o más largo que nadie tiene derecho a destruir.

Biológicamente hablando, dentro del genoma llevamos siempre con nosotros nuestro propio programa existencial como seres de la especie humana. De donde se deduce que, desde el punto de vista de los intereses vitales del embrión humano, es lo mismo maltratarlo en estado de desarrollo avanzado, como hacerlo desde el primer momento de su alumbramiento existencial en la concepción.

Por eso es tan preocupante el cambio de mentalidad operado en algunos sectores sociales, incluidos profesionales de la medicina, en relación con el valor de la vida humana, en una abierta contradicción con el progreso científico.

Los que promueven el aborto señalan cláusulas burocráticas para salvar ciertas apariencias de seriedad, y encubrir, ante la opinión pública y la conciencia de la mujer que desea abortar, la verdadera realidad de lo que es y lleva consigo el aborto, un abismo de cinismo, hipocresía, engaño y corrupción humana, que repugna a las mismas mujeres que desean deshacerse de la criatura.

Uno de los factores más citados para justificar la despenalización del aborto es cuando se hace referencia a embarazos que ponen en riesgo la vida de la madre. Esta justificación carece de fundamento, pues expresa una mentalidad y un lenguaje de los años veinte del siglo pasado, cuando la medicina no contaba con los medios de que hoy dispone. Actualmente, la ciencia médica garantiza que prácticamente no hay circunstancias en las cuales se deba optar entre la vida de la madre o la del hijo. Ese conflicto pertenece a la historia de la obstetricia.

Cuando una mujer embarazada, por alguna razón, vinculada o no a un embarazo, está en peligro vital y requiere de un tratamiento médico, no hay ningún motivo para prohibir que se someta a él, a pesar de que, como efecto secundario y no buscado, ni como fin ni como medio, se produzca la muerte del niño que lleva en su vientre. Cuando el médico actúa de esta manera, no realiza ninguna acción penalizada por la moral ni por la ley.

Siempre, en el ejercicio de la medicina se han consignado eximentes que protegen el accionar del médico, cuando en el ejercicio de su profesión u oficio, actuando en un estado de necesidad, se produzca un mal menor de manera involuntaria y no procurada en beneficio de evitar un mal mayor.

Este principio es perfectamente aplicable a situaciones de emergencias obstétricas tales como embarazos ectópicos, mola hidatidiforme y todos los casos descritos como complicaciones médicas y obstétricas del embarazo.

Su manejo apropiado se encuentra muy bien definido en los Protocolos oficiales del Ministerio de Salud Pública, los cuales se han estado utilizando en los hospitales públicos de nuestro país desde hace muchos años.

Manipulación Por eso aseguramos con firmeza, que existe una dolosa manipulación de relacionar un falso incremento de muertes maternas con la penalización de todo tipo de aborto.

La mayoría de las muertes maternas en el país están vinculadas a Pre-Eclampsia, Eclampsia Severa y Shock Séptico. Estas complicaciones no se previenen matando al niño no nacido en las primeras semanas de gestación. Son urgencias obstétricas que se presentan inexorablemente y con mayor frecuencia, en el segundo trimestre del embarazo en un número reducido de pacientes.

La prevención de estas situaciones y de la mortalidad materna está en el incremento de la cobertura de salud y la accesibilidad a los servicios, la capacitación continua de los recursos humanos, el equipamiento adecuado de las instalaciones y la existencia de los insumos técnicos y farmacológicos necesarios para una atención médica de calidad y calidez.

Hay que enfatizar también, que la mayoría de las muertes maternas se dan en regiones con pésima infraestructura de salud y difícil acceso a los mismos.

Por otro lado, se plantea también el aborto cuando existen evidencias de que el embrión o feto sufre malformaciones o anomalías congénitas incompatibles con la vida. Se basa en el falso postulado de que solamente los “sanos” son quienes deben establecer el criterio de cuándo una vida vale o no. Con ese criterio, tendríamos motivos suficientes para matar a los minusválidos ya nacidos.

Sin embargo, científicamente, las pruebas prenatales no tienen seguridad del 100% para determinar malformaciones o defectos. Por ejemplo, en el caso de la rubeola, se ha encontrado que sólo el 16.5% de los bebitos tendrían defectos. Esto quiere decir, que el aborto por causa de la rubeola matará a 5 criaturas perfectamente sanas por cada bebé afectado.

En el caso de los anencefálicos, los que tienen gastrosquisis o los que padecen del Síndrome de la Banda Amniótica, se ha logrado que a través de los adelantos en las unidades de cuidado intensivo neonatal y de la cirugía pediátrica, logren algunos la curación de sus dolencias, y otros, poder sobrevivir durante meses o años.

Esto se ha podido lograr también en los casos de las cardiopatías congénitas, muchas de ellas consideradas hace pocos años incompatibles con la vida, y hoy día pueden ser corregidas, gracias a los adelantos en la cirugía cardiovascular.

Lamentablemente bajo este pretexto, diferentes países como Francia y España han extendido la práctica del aborto a niños diagnosticados con otras enfermedades como el Síndrome de Down por considerarlos inviables.

La mentalidad que se estaría creando con esta práctica, es la de un falso perfeccionismo que considera a las personas con alguna deficiencia, como errores humanos sin derecho a la vida.

La violación En los embarazos producto de una violación, alentar a la mujer a dar salida a su enojo desplazándolo en venganza contra su hijo, solamente produce impactos negativos y actitudes autodestructivas en su mente.

Además, los embarazos que siguen a una violación son extremadamente raros. En Estados Unidos, por ejemplo, donde existen estadísticas confiables y donde la violación es un serio problema, se reporta que aproximadamente el 0.6% de las víctimas quedan embarazadas.

Es claro que la violación es una espantosa agresión que sufre la mujer, pero presentar el aborto como una “solución”, es como decir que un veneno hay que combatirlo aplicando otro. El aborto no puede ni va a quitar ningún dolor físico o psicológico producido en una violación. Al contrario, le va a agregar las complicaciones físicas y psíquicas que ya el aborto tiene de por sí.

Es obvio que el espantoso crimen de la violación es utilizado para sensibilizar al público en favor del aborto, al presentar al fruto inocente de una posible concepción brutal, como un agresor.

Como es fácil de comprender, en todo tipo de aborto existe además para la madre el riesgo de: muerte, cáncer de mama, cáncer de ovarios, de hígado y cervical, perforación del útero, desgarros cervicales, placenta previa, recién nacidos discapacitados en posteriores embarazos, embarazo ectópico, afección inflamatoria pélvica, endometritis, riesgos añadidos para las mujeres con múltiples abortos, riesgos añadidos para las adolescentes y peor estado de salud general.

Mucho más significativo es también el alto riesgo de alteraciones psíquicas que aparecen en la persona que ha abortado, en último término, por la intuición humana de que se ha realizado un crimen contra la vida de un inocente indefenso, algo que jamás puede justificarse.

Por eso, dejar abierta una posibilidad al aborto, usando eufemismos, sinónimos u otras palabras para quedar bien con grupos minoritarios, permitiría la instrumentación y el probable uso fraudulento de éste para continuar el negocio de inducir abortos a mansalva.

Afirmar que la mujer puede hacer con su cuerpo lo que ella quiera, además de ser una afirmación jactanciosa, no tiene en absoluto respaldo de la Ciencia. El embrión no es parte del cuerpo de la madre, ni el feto es una víscera de su cuerpo. El ADN del embrión es distinto del de sus progenitores.

En definitiva, el sentido común y la ciencia moderna reconocen que en un embarazo hay dos vidas y dos cuerpos con la misma dignidad humana.

El inviolable principio ético según el cual “el fin no justifica los medios”, está vigente también en Medicina; incluso cuando se presentan gravísimos problemas, médicos, económicos, sociales, familiares y humanos en general.

No se puede prevenir el llamado “aborto inseguro” promocionando el “aborto seguro”. Provocar abortos para evitar abortos es tan contradictorio como combatir la muerte ocasionando la muerte, o eliminar la enfermedad, matando al enfermo.

Todo aborto provocado, legal o ilegalmente es un homicidio con agravantes, porque lo que realmente se destruye es un ser humano en los albores de su vida. Con agravantes, porque se trata de un ser humano inocente e indefenso contra sus injustos agresores. Además, porque con las prácticas abortivas se pervierten las funciones naturales de la maternidad humana.

El sentimiento universal de respeto a la vida del niño concebido ha sido una constante en todas las civilizaciones, y sólo se ha visto interrumpida durante los periodos de mayor decadencia de los pueblos. Históricamente, el abortar ha sido siempre un delito de lesa humanidad.

El autor es médico pediatra Miembro Asociado de la American Academy of Pediatrics.

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