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APUNTES PARA LA HISTORIA

Gloriosas luchas independentistas

Los haitianos no pueden volver a combatirnos con las armas, por eso ahora nos invaden de forma pacificasa por la frontera y con apoyo diplomático.

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Homero Luis Lajara SoláSanto Domingo

“Para merecer el respeto es necesario la consagración al deber”. -Gregorio Luperón-

Este 27 de Febrero los dominicanos conmemoramos el 172 Aniversario de la Independencia Nacional. Rememorando los hechos y circunstancias que dieron lugar a esta gloriosa epopeya, puedo percibir que hay muchos dominicanos que de manera simplista, creen todavía que para ser una nación libre e independiente con una bandera, un escudo y un himno que representan la “identidad nacional”, sólo se requirió el trabucazo de Mella en la Puerta de la Misericordia, ante cuyo estruendo los haitianos huyeron despavoridos a donde pertenecen, al lado Oeste.

Por esta preocupación, me he permitido revisar los apuntes del historiador nacional y testigo presencial, don José Gabriel García, y ahí vemos que dividió la guerra por nuestra independencia en cuatro campañas militares, que son: Primera Campaña, año 1844; Segunda Campaña, año 1845; Tercera Campaña, año 1849; y la Cuarta Campaña en los años 1855-56.

Para los que no recuerdan o conocen del tema, fue el 13 de marzo de 1844, dos semanas después de proclamarse nuestra Independencia, cuando ocurre nuestro bautizo de fuego en defensa de la dominicanidad, con la Batalla de Fuente de Rodeo, en Bahoruco, bajo la guía de los comandantes Fernando Tavera, y sus segundos, Vicente Noble y Dionisio Reyes, donde derrotan a las tropas haitianas mejor armadas al mando del coronel Brouard. A esta victoria siguieron otras dos, el mismo día 13, en Cabeza de las Marías, cerca de Neiba, y el día 18, en Las Hicoteas, cerca de Azua. En estas primeras batallas, los dominicanos enfrentaron a tropas haitianas mejor entrenadas, más numerosas y con mayor potencia de fuego.

De la misma manera que los griegos siguieron a Ulises a los muros de la fortaleza de Asgard, que los mortales llaman Troya en aquella lejana epopeya (La Guerra de Troya), de esa misma manera los dominicanos siguieron al general Pedro Santana a la ciudad de Azua, para librar la Batalla del 19 de Marzo, cuya victoria, junta con la de Santiago, el día 30, liderada por el general José María Imbert y el comandante Fernando Valerio, aseguraron la Independencia Dominicana. Al mes siguiente, el 15 de abril, se libró la Batalla Naval de Tortuguero, en Azua, en donde, al salir victoriosa la marina militar dominicana, nuestras fuerzas lograron el control de los mares del Sur.

Durante la Segunda Campaña, en el 1845, cuando las incursiones de las huestes haitianas intentaban revertir la realidad de nuestra independencia, el general José Joaquín Puello, emulando a Aquiles en el blandir de su sable, derrotó a los haitianos en el Sur en la Batalla de La Estrelleta, en Elías Piña, el 17 de septiembre. En el norte, específicamente en Dajabón, el general Francisco Antonio Salcedo, derrotó a las tropas haitianas en la Batalla de Beller, el 28 de octubre. Por su parte, la flotilla dominicana, comandada por el coronel Cambiaso, durante la noche anterior a la batalla, atacó a Fort Liberté, siendo esta operación naval casi providencial, que devino en un resultado maravilloso, pues temiendo el gobernador de Fort Liberté que se tratara de un desembarco, detuvo una poderosa columna que iba a reforzar la guarnición haitiana del Fuerte de Beller, construido por los haitianos, al cual habían bautizado con el nombre de “El Invencible”.

La Tercera Campaña se inicia después de una retirada forzosa de 4 años por parte del adversario del Oeste, el cual, aprovechando las luchas internas y las divisiones entre los dominicanos, intentó hacerse nueva vez con el poder político y militar, por lo que se retoma el combate con la Batalla de El Número, bajo el mando del legendario general Antonio Duvergé, acaecida el 17 de abril de 1849 en Azua, complementada con la Batalla de Las Carreras, el 23 de abril de 1849, también en Azua, en las inmediaciones del río Ocoa. Allí, cuando las tropas invasoras intentaban cruzarlo, fueron repelidas por la estrategia militar y el coraje del ejército libertador con la espada, entonces gloriosa, del general Pedro Santana, deteniendo el avance de los haitianos a Santo Domingo, para preservar la bandera nacional.

Fracaso del invasor

La Cuarta y última campaña se inició con otra oleada fracasada de las hordas invasoras, en San Juan de la Maguana, el 22 de diciembre de 1855, con la Batalla de Santomé, donde se inmortalizó el bravo general José María Cabral. Ese mismo día, pero en Neiba, se produjo la Batalla de Cambronal, bajo la conducción del general Francisco Sosa, por lo que fueron llamadas “batallas gemelas”. El ocaso bélico del invasor haitiano se produce en la batalla más grande de Centroamérica: Sabana Larga, en Dajabón, el 24 de enero de 1856. En la zona principal de batalla (ZPB), el enemigo sufrió aproximadamente 2,000 bajas, sin contar los heridos que luego murieron en los montes. En Sabana Larga a los haitianos se les habló bajo la “ley del sable”, único idioma que han entendido. Con esta contundente derrota militar, que fue conducida brillantemente por el general Juan Luis Franco Bidó, los haitianos perdieron su capacidad de combate, consolidándose con ello la dominicanidad que algunos en la actualidad no quieren valorar.

Por eso, como ya los haitianos no pueden volver a combatirnos con las armas, ahora atacan con una invasión pacífica por la frontera, y ejerciendo una diplomacia aviesa, ladina y constante, continuando con los mismos fines perversos de antaño, recibiendo en esta nueva lucha la misma derrota demoledora, aunque ahora peleada en un campo de batalla legal, donde se tocó zafarrancho de combate con el trabucazo del honorable Tribunal Constitucional de la República Dominicana, con su histórica sentencia No. 168-13, cual escudo impenetrable de la soberanía nacional como estandarte.

Esta epopeya bélica, llevada a cabo por dominicanos genuinos que fueron guiados siempre solo por amor a la patria, debería servir de ejemplo, compromiso e inspiración a los hombres de uniforme y a los demás servidores públicos que, con argumentos obtusos, premian afrentas al ideario duartiano, para que honrando a estos próceres, preserven con su accionar la dignidad dominicanista y el imperio de la ley, manteniendo nuestros símbolos y tradiciones, reflexión que aplica también a la sociedad civil , donde a veces se asumen posturas que debilitan la identidad nacional, junto con los orcopolitas que disfrazados de mansas ovejas marca ONGs, quieren convertir la palabra nacionalismo en un término decimonónico, menos entre las naciones poderosas, y tienen el descaro de pretenden que absorbamos, injustamente, la miseria, enfermedades y debilidades sociales de los vecinos del Oeste. En ese sentido incluimos a los extranjeros que opinan sobre nuestro tema migratorio, sin ni siquiera tener idea de nuestra gloria inmarcesible librada en los dominios de Marte.

Hay que enseñar historia

Entiendo y siento que para elevar el fervor patriótico debe conocerse a fondo la historia, comenzando con una verdadera educación cívica en las aulas, incluyendo, como regla obligada, todo lo relacionado con nuestros símbolos patrios. En ese tenor, me permito referir el caso del himno nacional dominicano, el himno de José Reyes y letras de Emilio Prud’Homme, cuyo estreno tuvo lugar el 17 de agosto de 1883, en el gobierno de Ulises Heureaux (Lilís), en los salones de la Logia Esperanza, de la calle Mercedes No.4. La orquesta que tuvo el honor de tocarlo estaba dirigida por el maestro Manuel Martínez.

El 30 de abril del año 1897, el diputado Rafael Martínez, presentó ante el Congreso Nacional una moción para lograr la oficialización del himno, hecho trascendente que se logró en otro gobierno dictatorial, el de Trujillo, con la Ley No. 700 del 30 de mayo de 1934, fecha coincidente con su final sangriento 27 años más tarde. En el año de 1935, el legislador Telelésforo Calderón, apoyado por Francisco Álvarez Almánzar, propuso que la quinta estrofa del himno nacional se modificara para insertar en la misma una lisonja al entonces llamado benefactor de la patria.

En ese contexto, el Artículo 97 de la Constitución de la República votada en el 1966, dice: “El Himno Nacional es la composición musical consagrada por la Ley No. 700, de fecha 30 de mayo de 1934, y es invariable, único y eterno”, siendo ratificado en la reforma constitucional del 2010, donde se señala a los autores de su letra y música, estableciendo en su Artículo 33.- Himno Nacional. “El Himno Nacional es la composición musical de José Reyes con letras de Emilio Prud¥Homme, y es único e invariable”. Parte de estos datos, no menos interesantes, fueron recopilados por el dramaturgo Franklin Domínguez en su libro: “Prud’Homme La Historia de una Canción”, ganador del Premio Nacional de Teatro Cristóbal de Llerena, 2014.

Dominicanos, este 27 de Febrero al conmemorarse un aniversario más de la Independencia Nacional, fruto de nuestras gloriosas luchas independentistas, vamos, unidos, a enarbolar henchidos de orgullo, en lo más alto, el Pabellón Nacional en cada hogar, oficina y edificios públicos, en tributo eterno a nuestros próceres, quienes nos legaron una nación libre e independiente , y como dice una estrofa de nuestro himno nacional: Que si dolo y ardid la expusieron/De un intruso señor al desdén/ !Las Carreras! ¡Beller!, campos fueron / Que cubiertos de gloria se ven.

¡Dios, Patria y Libertad ¡ ¡Viva la República Dominicana!

El autor es miembro fundador del Círculo Delta fuerzadelta3@gmail.com

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