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¿Por qué están fallando las encuestas?

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Ricardo Pérez Fernández@Ricardoperezfde

Las elecciones presidenciales celebradas en Argentina el pasado 25 de octubre, proyectaban un resultado estable en cuanto al desenlace que se esperaba. Se suponía que el candidato oficialista Daniel Scioli aventajaba por más de 10 puntos porcentuales a su más cercano contendor, Mauricio Macri, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, lo que prácticamente garantizaba que una segunda vuelta electoral, no sería necesaria. El 22 de noviembre, sin embargo, Macri era declarado presidente de la República de Argentina, tras la celebración de un balotaje que en sí mismo indicaba que lo improbable había sucedido: todas las encuestas erraron en sus predicciones.

Pero Argentina no es el único caso. Lo mismo sucedió en Reino Unido en sus últimas elecciones parlamentarias; se suponía, conforme a las predicciones, que las diferencias entre laboristas y conservadores serían escasas, sin embargo los resultados deslucieron estos pronósticos, con una clara victoria para los conservadores.

Ocurrió igual en el proceso del referéndum convocado por el primer ministro griego Alexis Tsipras, donde los resultados a favor del “no”, invalidaron los pronósticos de las firmas encuestadoras. En Israel también, los vaticinios sugerían que Netanyahu y su partido Likud no podrían revalidar su gobierno; los resultados, empero, anunciaban para ellos otro período de gobierno.

¿Qué está pasando? ¿Por qué están desacertando, en algunos casos bochornosamente, tantas firmas encuestadoras? ¿Qué podría estar explicando esto?

Las muestras Una encuesta nunca podría ser absolutamente certera, por el hecho de que las mismas infieren o proyectan resultados en función a una muestra, y las muestras intentan representar las opiniones de un universo, a través de la selección de un grupo representativo del mismo. Más claramente; si quisiéramos saber a ciencia cierta, cuántos electores se identifican con un partido político cualquiera, tendríamos que preguntar a todos los dominicanos mayores de edad, por ende hábiles para votar, cuántos de ellos se identifican con el partido en cuestión, puesto que ellos --todos los dominicanos mayores de edad, hábiles para votar--constituirían el universo de esta investigación. Pero hacer esto sería insondablemente costoso, ¡habría que hacer un censo!, y tardaría un plazo considerable de tiempo; por eso se recurre a la técnica estadística de la construcción de muestras.

Ahora bien, ¿cómo se construyen? Se hacen seleccionando personas, de manera aleatoria, que encarnen un perfil sociodemográfico determinado que garantice que sus opiniones reflejen aquellas de las de su grupo. Un ejemplo: si un universo en particular comprende hombres y mujeres, de tres clases sociales distintas, ubicadas en 10 demarcaciones geográficas, el postulado teórico-estadístico de la representatividad asegura que con seleccionar al azar, a algunos hombres y a algunas mujeres de esas tres clases sociales, y de cada una de esas 10 demarcaciones, podremos saber con un margen de error bastante reducido, el sentir y las opiniones de ese universo. En la práctica, esta metodología ha funcionado bastante bien, sin embargo, vemos que en los casos citados al inicio de este escrito, algo ha ido mal.

Lo primero que podría estar explicando estos fallos es, simplemente, que en el proceso de construcción de estas muestras, algo ha sucedido que termina sesgando y contaminando las mismas, perdiendo estas, la característica de la representatividad.

Esto podría pasar de múltiples formas, ya sea porque la selección de los encuestados haya sido inadecuada, o porque el método de entrevista no haya sido el idóneo --pueden haber diferencias importantes entre encuestar por teléfono y hacerlo en persona--. Sin embargo, es poco probable que en los casos anteriores se trate de esto, puesto que este podría ser el caso que explique el error de algunas firmas encuestadoras, mas no el equívoco de todas.

Problemas con los filtros aplicados Otra factor que podría servir de explicación, es que los filtros que se utilizan a la hora de determinar quiénes deben ser tomados en cuenta y quiénes no, hayan ignorado sistemáticamente a una proporción importante de electores. Imaginen que en el proceso de entrevista, a un encuestado se le haya descartado por este haber respondido que, probablemente o seguramente, no votaría en las próximas elecciones. Pero que luego, por cualquier razón, esa persona se haya presentado a las urnas y haya emitido un voto. Ese sufragio no habría sido tomado en cuenta en las predicciones presentadas por esa firma encuestadora, y eso definitivamente explicaría alguna diferencia entre lo proyectado y lo observado el día de las elecciones.

Sin embargo, al igual que en el caso anterior, resulta muy improbable que esta fuente de error sirva para justificar lo que ha venido sucediendo con los pronósticos de las firmas encuestadoras. Esto así, porque primero, que a todas ellas, en torneos electorales distintos y en países distintos, les haya sucedido lo mismo, no pareciera posible; y segundo, porque también tendría que haberles ocurrido en proporciones muy significativas, como para que esto sea la que justifique unos resultados observados, claramente divorciados, de los resultados vaticinados.

Lo razonado previamente nos lleva a concluir que desde Argentina hasta Israel, la razón que explica el fallo sistemático de empresas encuestadoras sobradamente acreditadas, obedece a otro elemento que por lo general no tiende a surgir en las discusiones casuales que se suscitan en torno al por qué de los desaciertos de algunas de estas firmas. Nos referimos al llamado factor de ponderación.

Fallo en el factor de ponderación El factor de ponderación es un ajuste que se aplica a los datos brutos obtenidos de una encuesta, con el objetivo de que las proyecciones o pronósticos, se aproximen más a lo que serían los resultados observados, una vez se celebren las elecciones. Resulta válido preguntarse, ¿por qué se requiere aplicar a las encuestas un factor de ponderación? La respuesta es sencilla: porque en el mercado electoral, la evidencia empírica demuestra que el comportamiento pasado es un sólido predictor del comportamiento futuro.

Un ejemplo ilustrativo que facilita la comprensión de esto, es que si se entrevista a una persona que afirma votará por el partido YY en las próximas elecciones presidenciales, habiendo votado en las últimas tres por el partido XX, la probabilidad que la firma encuestadora asignará a la ocurrencia de este hecho, será menor que la que le asignaría a una persona que revele votaría en las próximas elecciones por el partido YY, habiendo votado por este mismo partido en las últimas tres elecciones presidenciales. Para que esto se entienda mejor, y en la práctica se comprenda su utilidad, solo hace falta revisar las encuestas que se realizan una vez transcurridas unas elecciones presidenciales. En el último trimestre de 2012, a pesar del presidente Medina haber obtenido 51.21% de los votos, cuando se le preguntaba a los encuestados por quién habían votado en las elecciones pasadas, resultó que más de 65% aseguraba haberlo hecho por él. Un factor de ponderación bien construido, corregiría esos resultados brutos hasta aproximarlos a la realidad.

Las disrupciones El problema de los factores de ponderación es que estos solo funcionan en escenarios electorales estables, donde los actores institucionales y las coyunturas político-electorales no presenten sobresaltos importantes. Y precisamente esto, la ausencia de estabilidad en los escenarios electorales, es lo que tienen en común todos los procesos donde las firmas encuestadoras han fallado.

Esa inestabilidad política a veces surge por la presencia de un nuevo actor, como en el caso de Grecia, o por la configuración de una coyuntura política que reconfigura la esencia de los procesos electorales, como fueron los casos de Reino Unido e Israel; a veces, una combinación de ambas cosas da al traste con lo vaticinado, y devela una realidad a la que se le asignaba pocas posibilidades, y ese fue el caso argentino.

Las sorpresas electorales a causa del fallo en la aplicación de los factores de ponderación, nos conduce a formular la siguiente advertencia: habrá que tener cuidado al momento de vaticinar resultados electorales en la República Dominicana de cara a las elecciones de 2016, puesto a que en ellas se presentará un nuevo actor institucional, el PRM, que no solo muestra algún arraigo popular, sino que además, por no haber surgido en sustitución de otro, presentará problemas de medición. Y porque ya comienza a dar la impresión de que la esencia de estas próximas elecciones no será dominada por la temática que muchos, desde la atrofia reflexiva que provoca un escenario electoral sin oposición, habían imaginado. La atmósfera electoral se ha enrarecido.

El autor es economista y politólogo

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