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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

Los siete samuráis

La epopeya de los siete contra Tebas, al ser llevada al cine, rompió profanaciones.

Y ha llegado a nuestra era multiplicada. Pellizca en su matriz gracias a la primera mirada de un gran cineasta, devoto de la literatura clásica.

Su grandeza radica en la vocación.

Akira Kurosawa no quiso hacer con ella una película de aventuras más.

A la sublimidad de la historia le incorporó un guion creativo. A esa tragedia clásica le agregó su toque cultural, y la puso en escena con innovaciones tecnológicas.

Con “Los siete samuráis”, Kurosawa fue pionero en el uso de tres cámaras simultáneas. Con ellas, captó planos largos, medianos y cortos.

También recurrió al “slow-motion”, técnica que influyó en realizadores posteriores como Sergio Leone y Sam Peckinpah, en su tendencia po lograr un estilizado toque de violencia.

La dirección transcurre sin efectismos.

Las escenas íntimas transpiran lirismo frente al realismo de las que transcurren en el campo de batalla, donde el espectador sabe en todo momento lo que sucede. Kurosawa no mueve la cámara, al igual que John Ford, a no ser que sea necesario.

Se apoya en la sutileza a la hora de contar los hechos, como cuando rescatan a un niño sin saber qué ocurre. Sin un montaje apresurado, sabemos siempre lo que pasa. Contó con un reparto estelar, presidido por sus dos protagonistas favoritos: Toshiro Mifune y Takashi Shimura, quienes alcanzan la excelencia.

Mifune, despojado de la solemnidad del héroe, entrega una de las mejores interpretaciones de su brillante carrera; a veces es bufón, otras mendigo; crece desde sus exageraciones y ditirambos para al final erigirse en el protagonista memorable que siempre ha sido. Él, junto a quienes lo acompañan como protagonistas, campesinos y samuráis, son personajes coloridos, con altas y bajas; con sensaciones y carismas, y todos se envuelven en la tragedia que asecha a esa comunidad donde no caben titubeos, ni cantos de sirena.

Tal vez, esa lucha de contrarios, ese homenaje a la honestidad y al desinterés de los hombres en luchar por una causa justa (junto a sus excelencias técnicas) hayan convertido a “Los siete samuráis” en una de las mejores cien películas en la historia del cine de todos los tiempos.

Estamos frente a un filme épico, donde el trasfondo señorea. La manera tan personal de Kurosawa de acercarse a la denuncia social a partir de la acción, incorporó muchísimos aportes al cine moderno.

Es, sin duda, su gran fuerte.

Kurosawa muestra un gran abanico de personajes. Nos enseña el alma de sus samuráis, pero también de los campesinos. Se esmera en lograr que el espectador entienda por qué cada guerrero ha aceptado defender a los campesinos, y la propia razón para hacerlo. Sus personajes no son planos, pues sabemos su pasado, su presente, y lo que esperan del futuro.

Son seres que viven con sus preocupaciones, y se basan en un código, marcado por el honor, el valor y el respeto.

Ficha técnica: País: Japón. Año: 1954. Director: Akira Kurosawa. Guión: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto e Hideo Oguni. Duración: 210 minutos. Reparto: Toshiro Mifune, Takashi Shimura, Hoshiro Inaba, Seiji Miyaguchi, Minoru Chiaki, Daisuke Kato, Ko Kumura, Kamatari Fujiwara, Keiko Tsushima. Sinopsis: En el Japón del siglo XVI, los pobres campesinos de un pueblo, para no tener que entregar sus cosechas a una banda de ladrones, deciden contratar a siete samuraís para que les defiendan

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