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Identidad poética: La búsqueda de lo que somos

Barry Jenkins, a quien le amargaron el sabor el triunfo de su obra a Mejor película en el Oscar, ha creado una bella película en medio de una dura historia.

El cine como todo arte se compone de forma y contenido. Esto aunque en muchas ocasiones una imagen bella puede estar hecha solo para que el espectador disfrute, desinteresadamente. Cuando se da la primera opción es porque se ha creado una obra como “Moonlight”, pero no por eso dejar de ser visualmente poética.

La película, que se encuentra en cartelera, y que está basada en la obra de “In Moonlight Black Boys Look Blue”, de Tarell Alvin McCraney, muestra la historia de la búsqueda de identidad, el lugar que se ha de ocupar en el mundo, pero, sobre todo, del amor de una persona.

“En algún momento tienes que decidir por ti mismo quién vas a ser. No puedes dejar que nadie tome esa decisión por ti”, le dice Juan (Mahershala Ali, una gran caracterización que le valió el Oscar a Mejor actor de reparto) a Chiron (Alex Hibbert).

Esta es parte de la esencia de esta película, dividida en tres partes y que narra la historia de Chiron. En “Little” (Pequeño), su infancia; en “Chiron” su adolescencia; y en “Black” (Negro) su adultez. En cada uno de estos segmentos se va mostrando la creación de un carácter a través de lo que vive.

Con una madre drogadicta, interpretada por una excelente Naomi Harris (“Spectre”, “Piratas del Caribe”), el pequeño Chiron encuentra empatía en Juan y su novia Teresa (Janelle Monáe), quien representará para él la imagen a seguir, en este escenario de violencia, drogas, marginación abuso, bullyng, en la que se desarrolla la historia.

En la segunda parte, Chiron (interpretado por Ashton Sanders) es un adolescente retraido y que busca encajar en un mundo en el que entenderá que solo por la fuerza logrará hacerse respetar.

En la tercera parte, encarnado aquí por Ashton Sanders, es un adulto al que Kevin, su amigo de infancia, no reconoce por su diferente personalidad, la que ha construido a base de los traumas sociales y personales que ha sufrido. “¿Quién eres, Chiron?”, le dice Kevin en una escena.

La fotografía (de James Laxton), que ofrece un bello color a una historia dramática, y cuya cámara se mueve para dar mayor realismo y hacer que el espectador se sienta parte de lo que pasa. Barry Jenkins, a quien le amargaron el sabor el triunfo de su obra a Mejor película en la entrega 89 del Oscar la noche del domingo, ha creado una bella película en medio de una historia dura, en la que ha usado elementos simbólicos como el mar (en la escena en que Juan parece bautizar al pequeño Chiron) o en los planos en los que, pareciera evocar al Antoine Doinel de “400 golpes” (Les quatre cents coups, François Truffaut, 1959) y el niño tiene el mar de fondo.

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