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ACTRIZ

María Castillo: “detesto la banalidad en el teatro”

Los 42 años de oficio le han enseñado que la constante formación y el trabajo son los que garantizan la permanencia.

María Castillo, que estableció una alianza de amor con el pintor surrealista dominicano Iván Tovar, revela que su mayor alegría está en su familia, su hija Daniela, y su nieta Valentina, que le ha traído un nuevo papel en sus 55 años, “el de abuela”.

Esta situación la hace feliz al sentir la enriquecedora fortaleza familiar, aunque el teatro sigue siendo su pasión.

Antes de salir a escena no existe para ella más ritual que el que provee el silencio. “No soy de las que puede salir de repente a escena. Yo necesito estar centrada, serena, pensar y repasar textos”.

Su orgullo está en haberse mantenido en los escenarios a lo largo de 42 años, pero más satisfacción siente al ver a los que formó activos.

“Detesto ver banalidades en el teatro”, expresa al momento de hablar del giro que ha dado el teatro desde los años cuando se inició. Ella sabe lo que conlleva una producción teatral y espera que el resultado sea artístico y con sustancia.

La mujer que cambió oficio era de hombres Mientras escuela y vecindario se envolvían de asombro al contemplar las dotes artísticas de una pequeña que declamaba poemas y dramatizaba textos escritos por ella, el teatro dominicano elevaba el telón para develar la figura de la que, en el futuro, sería una de las más respetadas y distinguidas actrices locales: María Castillo.

Desde temprana edad en ella fue definiéndose la pasión por las artes escénicas, acercándose a este mundo gracias al acompañamiento de la actriz y escritora Fiume Gómez, la maestra de cuarto curso con quien declamaba en “Mundo Escolar”, programa transmitido por Radio Televisión Dominicana, en la época.

A la edad de trece años fue a las audiciones de la Escuela Nacional de Arte Dramático, donde mostró su naciente talento con “Los árboles mueren de pie”, de Alejandro Casona, ganándose la admiración de un jurado que concluyó en catalogar su intervención como la mejor de las allí presentadas.

Luego del crepúsculo, arropada por las bocanadas de humo de los cigarrillos que fumaba su vecino Franklin Mieses Burgos, se enarbolaba la voz de María Castillo declamando poemas de su autoría que esperaban alguna corrección o apunte del poeta dominicano, iniciador del movimiento “Poesía Sorprendida”, con quien compartía temas poéticos. Luego, Mieses Burgos se convirtió en fiel seguidor de su quehacer teatral.

Solo llevaba alrededor de un año en la escuela de teatro, y su edad no sobrepasaba los catorce, cuando ya había vivido la experiencia de pertenecer al grupo de teatro clásico “Caliope” con el maestro Servio Uribe, además de haber estado en montajes con los grandes teatristas Iván García, Salvador Pérez Martínez (El Pera) y Niní Germán.

Aun en calidad de estudiante, en la década de los setenta, ya había ganado premios de revelación. La obra “Los Clavos” de Carlos Acevedo, permitió que, en su estreno mundial, Castillo diera a conocer a todos su vocación artística, y lo logró. Fue entonces cuando Mario Emilio Pérez proclamó que había nacido un “monstruo sagrado del teatro dominicano”.

Otro estudiante de la escena no hubiera podido realizar trabajos profesionales junto a la compañía nacional, mientras su matrícula estuviera vigente. María Castillo lo hizo. “La Morsa” de Pirandello, con los fenecidos Rafael Vásquez y Fernando Cristóforis, y “A las seis en la esquina del bulevar” de Jardiel, con Ana Hilda García y Milagritos Martínez, fueron estrenos de la compañía presentados en el colegio Serafín, de donde era egresada María Castillo.

Más formación Agotado el pensum en la Escuela de Teatro, ingresa a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) a estudiar publicidad, de la cual cursó solo un año. Una beca a Moscú cambió el rumbo de sus planes. Permaneció un año en la Universidad Lomonosov, donde estudió ruso, necesario para su preparación en la academia de arte.

“Todos ellos eran actores con experiencia de más de treinta años. Yo era mujer, era extranjera, pero me fajé y logré ingresar”, recuerda Castillo al comentar a LISTÍN DIARIO acerca de las tres audiciones a las que fue sometida en la Academia de Lunacharsky en Rusia. Asistió a Ramón Pareja en “Marat/Sade” de Weiss, dirigió “La Gaviota” de Chejov en la que participaron Rafael Villalona, Iván García y Delta Soto, con la que obtuvo excelente calificación de tesis. Logró demostrar de lo que está hecha al graduarse Summa Cum Laude de ambas instituciones.

Intereses y personalidad Aunque ha servido a la sociedad desde un aula, formando las generaciones de artistas futuros, y pese a su antigua labor de gestora cultural, no se ha interesado nunca en el partidismo.

Quien conoce o comparte con esta diva de las tablas ha podido percibir en su actitud y el tono de sus palabras una rectitud y un temple inquebrantables.

Castillo achaca esto a lo que le tocó vivir en el arte. Inició joven en un oficio para hombres, como se consideraba a la dirección teatral; competir en cierto modo con tantos experimentados en el área le indujo a adoptar una postura que hoy ha quedado marcada en su personalidad.

Ante todo eso, teme a las enfermedades y lo que le pueda pasar a los seres que le rodean, “pero sobre todo temo al rumbo que pueda tomar este país”.

(+) INTERIORIDADES DE UNA ACTRIZ Una distinción hecha a esta directora del Teatro Mandrágora, en el año 2013 por parte de la gestión del director del Teatro Nacional, Niní Caffaro, fue la develación de la placa con su nombre en el Salón de Ensayos, donde lleva a cabo sus talleres permanentes desde el acto de honor.

42 años de carrera han sido apoyados en el deseo de trabajar por y para el teatro, reflejados en “La Gaviota”, “Interioridades”, “Los Clavos”, “Emily”, “La residencia”, con la que celebró sus 41 años, bajo la dirección de Haffe Serulle, y otros tantos montajes le han dejado enseñanzas que cultivan y mantienen su sensibilidad, rebeldía, disciplina, enfoque… su personalidad se crea en el teatro, sus dudas y ganas de investigar nacen entre candilejas, diablas y proscenio.

Ella fue la primera directora oficial de la Compañía Nacional de Teatro durante seis años, en los que llevó a escena nueve montajes. Demostró que la edad no denota el nivel de profesionalidad.

Aunque ha fungido de actriz para teatro y cine, dirección teatral, pedagogía, gestión y dramaturgia, pretende seguir impartiendo talleres, hacer las obras que le conmueven, y continuar en la participación constante de la vida escénica dominicana.

Dorados, Casandra, Soberanos… son galardones que muestran a Castillo que la labor realizada es aceptada y debe continuar con ella.

En lo que queda de año participará en la reposición de “Perfectus Quorum” con Waddys Jáquez, se verá en Pavel Marcano Hey Hey, de Fidel López A pesar de los años, antes de presentarse ante el público siente mucho más temor, porque sabe que la gente espera demasiado de ella.

“El que se queda atrás y se descuida con su formación y entrenamiento, pasa. He visto mucha gente pasar. Para permanecer hay que vivir fajao´”, sentenció.

Su consejo final: insta a las nuevas generaciones, que a veces no se llevan de consejos, a preparase y entender que la formación no acaba.

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