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Muerto no habla

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GRISBEL MEDINA R.Santo Domingo

La información es tan necesaria como el pan. Los pueblos la necesitan para conocer su devenir, para vitaminar el análisis, para aprender. Que la pólvora arrebate la vida a dos locutores, uno en plena acción de informar, es una tragedia que sobrecoge.

Luis Manuel Medina y Leónidas Martínez, eran dueños de vidas muy productivas. No solo eran referentes de trabajo en la comunicación de San Pedro de Macorís, sino hombres en pleno ejercicio de la ciudadanía responsable. Ambos sabían que su trabajo tenía un impacto trascendente en la colectividad. Por eso Leónidas Martínez organizaba caminatas y marchas con propósitos sociales. Además era maestro en la Universidad Central del Este, donde puso talento y experiencia al servicio de personas interesadas en aportar desde los desafiantes caminos de la comunicación.

Luis Manuel Medina supo temprano lo duro de “guayar la yuca” para echar pa¥lante. Se graduó en comunicación social y se fue ganando un espacio en el quehacer locutoril del Macorís del Mar. El asesinato de ambos profesionales nos mantiene consternados. Desde el martes nadie está seguro en una cabina de radio, en un set de televisión.

Con las dos voces de un pueblo apagadas el martes, se atentó terriblemente contra la información, un bien social tan sustancial para la gente como alimentarse. El abatimiento nacional por la terrible noticia que no da gusto ofrecer, debió ser correspondido con una investigación seria, contundente, franca. Y un castigo ejemplar para quien asesinó dos seres humanos que eran voz de su gente.

Pero ha sido todo lo contrario. Como escribe Nieves Peguero “la falta de rigor científico en investigaciones criminales da pie a más preguntas que las respuestas que suelen contestar. En el caso de San Pedro de Macorís se filtró muchísima información incriminatoria. Todo el mundo sabía, incluso al que andaban buscando, que lo andaban buscando. Así no se juega a ladrones y policías. Otro crimen sin respuesta, pues los muertos no hablan”.

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