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Tener y mostrar

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GRISBEL MEDINA R.Santo Domingo

Juan Bautista Espaillat es médico accionista de la clínica Unión Médica del Norte.

Cumple intachablemente con sus pacientes sin mostrar el refajo de interés pecuniario de algunos galenos de hoy. Ayer recordó que su padre cuestionaba el hábito de adquirir tantos zapatos si solo se tenían un par de pies. De paso me contó que tiene dos correas “una para diario y otra para salir”, así como solo tres pares de calzados. Un hombre básico y artesanal pensé admirándole en mis adentros.

Cuando el presidente Barack Obama aterrizó junto a su familia en Cuba, llovía mucho en la isla de los Castro, publicitada con fotografías del Che.

El mandatario norteamericano apretó el paraguas que le servía para guarecer a Michelle y sus hijas. Y de ñapa cruzó sus charcos de agua al pasear a pie por los adoquines de la Habana Vieja. Si la escena fuese en dominicana no hay dudas de que cuatro manos empuñarían la sombrilla de cualquier ministro de quinta o sexta categoría.

La arrogancia del poder es un virus que se manifiesta en el tener, creerse dueño y mostrar.

Mucho nos queda por aprender de gente como José León Asencio, quien solía tomarse un café en la recepción de Grupo León Jimenes charlando con las recepcionistas y acostumbraba a devolver con firma personal hasta las cartas de pésame que recibía. Nunca hemos visto una entrevista de Don José y doña Petrica ostentando el lujo donde respiran. La elegancia y la humildad están muy lejos del exhibicionismo que campea en este siglo XXI.

No sé si Abel Martínez, candidato por el PLD a la alcaldía de Santiago, está al tanto de las ruidosas y aceleradas yipetas que casi se tragan transeúntes y vehículos livianos a ritmo del estribillo “Con Abel, vámonos con Abel”. El aparataje es tan tremendo que entapona vías intencionalmente y si no te quitas rápido serás víctima de toda clase de insultos por la manada subida en carrocería morada.

Más temprano que tarde la petulancia se vuelca contra la propia mejilla del arrogante.

Mientras que la humildad en su silencio y pasividad, suele compensar con una vida más genuina y huellas humanas más trascendentes.

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