De paseo en Santiago por las librerías
Proceso. Alrededor de los anaqueles circulaban los usuarios, quienes buscaban sus títulos favoritos y se acomodaban en los asientos dispuestos por la librería.
Eran las 4:50 de la tarde, las aceras florecían de transeúntes que iban y venían por la calle San Luis, unos parecían ir a sus casas y otros se detenían en las tiendas de ropas y calzados establecidas en esa cuadra.
El sonido de los carros manifestaba la intensidad de una “hora pico” que apenas empezaba, mientras que el sol perdía fuerzas conforme avanzaba el tiempo.
Estanterías rellenas de revistas de decoración, manuales de peinados y recetas culinarias avisaban que había llegado el momento de hacer la primera parada en la librería La Espartaco.
Desde la entrada se vislum braban los anaqueles de libros nuevos y usados, en el techo las piñatas colgando y a la derecha una silueta femenina que aguardaba detrás de las vitr nas. Transcurridos los primeros cinco minutos comenzó a llegar la clientela, en su mayoría damas entre 20 y 40 años, se asomaban preguntando por pergaminos infantiles, cuadernos de dibujos, velas de cumpleaños y calculadoras.
Luego de 30 minutos, el itinerario del recorrido condujo a la librería La Económica, allí dos puertas de par en par conectan al establecimiento con las calles Beller y San Luis.
Gente entraba y salía articulando el panorama de compra y venta de artículos editoriales y materiales de oficina.
En el interior del local se escuchaban los diálogos paralelos.
“Por favor, me puede conseguir cualquier libro de Horacio Quiroga”, preguntó un comprador, y por otro lado un cliente pedía cien unidades de pendones para hacer chichigua.
“Son 200 pesos de papel encerado y 350 los talonarios de recibo”, enuncia la voz pausada de Águedo Rodríguez, quien calcula y cobra las cuentas.
