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Los monstruos renacentistas

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El zifio o ballenato de Cuvier (ziphius cavirostris) es un cetáceo de tamaño medio, con las partes superiores del cuerpo y la cabeza más clara. Sólo en el siglo XIX se supo de su existencia: en 1804 se creía que era una especia extinta (sólo se había encontrado un cráneo en la costa mediterránea de Francia), pero en 1850 se comprobó que seguían habitando los mares. Mucho antes, en los mapas europeos de la edad media, el inofensivo ballenato tuvo un antepasado imaginario. Lo llamaban zifio o búho de agua y decían que en su anatomía había tanto características del ave nocturna como de un pez. La criatura era temida por los marineros por su afilada aleta dorsal, con la que se decía que perforaba los cascos de los barcos. Es posible que la leyenda derivara del avistamiento de ejemplares verdaderos y que el miedo a lo desconocido hiciera el resto. Monstrorum Marines es un proyecto que une fantasía e historia y que la escultora e ilustradora canadiense Bailey Henderson sigue ampliando. Las criaturas de las obras habitaban los mapas europeos medievales y renacentistas, en periodos históricos en que la creencia de que la Tierra era plana (y uno se podía caer si llegaba al final), la fascinación por los descubrimientos y la imaginación de los exploradores se mezclaba con la cartografía. La presencia de estos seres en los mapas originales de los siglos XII al XVII empezaron por ser una advertencia sobre posibles peligros y evolucionaron después hacia lo artístico, con ilustraciones cada vez más elaboradas que aumentaban el valor económico de los mapas. Los gallos o los unicornios mitad serpiente acuática o las sirenas de cola partida y con pinchos pasaron a interesar más a los nobles, deseosos de imaginar travesías peligrosas en lugares remotos del mundo.

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