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Vender el voto, un medio para sobrevivir

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Vessela Sergueva (AFP)Bobovdol, Bulgaria

Empleada de limpieza, Maya Ivanova subsiste con el salario mínimo de 340 leva (174 euros) por mes, por lo cual dice que no dudaría un segundo en vender su voto en las elecciones legislativas del domingo en Bulgaria. “¿Quién va a rechazar 50 leva (25 euros) hoy en día, con semejante miseria?”, suelta esta gitana de 51 años, en la ciudad minera de Bobovdol. Pero a “nosotros, los gitanos, sólo nos dan unas albóndigas de carne y dos rebanadas de pan por ir a votar”, en vez de dinero. “Los 50 leva se los quedan los organizadores”. Hace unos meses, un reportaje de la televisión privada Nova, grabado con cámara oculta, mostraba cómo los directivos de una mina de esta ciudad presionaban a los obreros antes de las elecciones europeas, diciéndoles a qué candidato debían votar si querían conservar el empleo. El caso causó un revuelo en el país, el más pobre de la Unión Europea (UE) y objeto de críticas de Bruselas por su nivel de corrupción, pero no se llegó a abrir un procedimiento judicial. La compra de votos -a cambio de dinero, comida o leña para la calefacción- y la intimidación de los votantes son moneda corriente en Bulgaria, un país con un 20% de la población bajo el nivel de pobreza. “Alrededor del 6% de los electores reconoce haber vendido su voto y otros tantos se declaran dispuestos a hacerlo”, afirma Antony Galabov, de la ONG Transparencia Internacional. Sanciones para los que se resisten Según otra organización, el Centro de Análisis y de Marketing, el 10% de los electores está dispuesto a dar su voto a un partido que les pague entre 50 y 500 leva (25 y 250 euros) por él. “No lo hacen por gusto, sino que están con la espalda contra la pared”, asegura Antony Galabov. “En los guetos gitanos, la gente depende de un usurero al que nunca consiguen reembolsar completamente. Los partidos se dirigen a él”, explica Vania Nucheva, experta del instituto de estudios IMRI. La minoría gitana no es la única afectada. “Se espera un número determinado de votos de tal barrio o empresa. Si alguien no ha seguido la consigna, todos son sancionados”. describe el IMRI. Por sanción se entiende incluso el despido o golpes. De camino a los ascensores que bajan a las entrañas de la mina de carbón de Bobovdol, sólo hay carteles de un partido, una nueva formación populista apoyada por el propietario.

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