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Las cosas y su valor en Cuba

En Cuba, desde que yo nací, nunca se ha considerado un automóvil como una verdadera necesidad. El que tenía un carro era un privilegiado, señal de estatus, destinado a personas que tenían grandes responsabilidades. Será por eso que pedirle puntualidad a un cubano es imposible. Los sitios estatales abren cuando abren y si vas a hacer una gestión hay que esperar la guagua, la botella o la alfombra mágica que transporte a esa trabajadora que va a atenderte. Las guaguas son una visitación milagrosa y las bicicletas chinas crearon más problemas que soluciones. Los carros americanos particulares (reciclados) que hoy trasladan al pueblo de lado a lado en la ciudad, no son una solución para los trabajadores, aquellos que si pagan 10 o 20 pesos cubanos (dependiendo de la distancia) para transportarse, dejan todo su sueldo en la primera semana de expedición. ¿Cómo llegan los trabajadores a su centro laboral cada día? ¿Por qué el transporte masivo no se ha podido arreglar en Cuba? ¿Por qué aquí un automóvil para un cirujano o un médico de urgencias no es un artículo de primera necesidad? El Comité Estatal de Precios o quien decida el coste de cada “valor”, multa, agrega, infla los precios, pero no solamente el de los carros. Si vamos a una farmacia en dólares podrán ver cuántos pesos se le agrega a un antibiótico o a un calmante. Los efectos electrodomésticos valen como un automóvil y un automóvil como un dibujo de Wifredo Lam a inicios de una subasta parisina. ¿Por qué ocurre esto? Como importar es y será asunto enmarañado tras décadas de embargo, se decide arbitrariamente entrar mercancías bautizando el artículo con precios disparatados. El pueblo nunca sabrá cuánto puede valer en realidad un artículo de primera necesidad.

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