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La historia de Hachiko

El post de hoy trata sobre la amistad. Es una historia bonita y triste que sucedió en Japón. Espero que os guste. Uno de los puntos de encuentro más populares en Tokio es la estatua del perro Hachiko en el cruce de Shibuya, una de las intersecciones más concurridas y fascinantes del mundo. Muchos lo conoceréis por la película Lost in Translation, de Sofía Coppola: luces de neón, pantallas gigantes y semáforos perfectamente sincronizados que se abren y cierran a la vez en seis pasos de peatones, convirtiendo la plaza en un hormiguero humano (se dice que cada día pasa por allí un millón de personas). Por la noche el espectáculo es grandioso, e invita a dejarse llevar por la multitud. A comienzos de los años veinte, un profesor de la Universidad de Tokio llamado Eisaburo Ueno tenía un perrito de raza akita llamado Hachiko. El profesor Ueno vivía cerca de Shibuya, y el perro acudía todos los días a recibirlo en la estación cuando regresaba del trabajo. Esta rutina, que no pasó desapercibida para los empleados de la estación y los comerciantes de la zona, continuó sin interrupciones hasta el 21 de mayo de 1925, cuando Ueno murió de un infarto cerebral durante una de sus clases. Aquella tarde, el perro también corrió hasta la estación a esperar a su dueño, pero este nunca regresó a casa. Durante casi 10 años, hasta su muerte ocurrida en 1935, Hachiko acudió todos los días a la estación de Shibuya para esperar a su amigo humano junto a la boca de metro que hoy lleva su nombre, en el rincón de la plaza donde se alza la famosa estatua de bronce.

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