La abuela, ese apoyo de siempre

Hoy quiero regalarles una breve semblanza de la abuela cubana. Cuando nuestros padres estaban muy ocupados haciendo la obra de la Revolución, cuando movilizados, citados, lejos de nuestras tareas y sueños nos despertamos en la noche, extrañándolos, ahí aparecía La abuela cubana con un tilo, una excusa para ver la madrugada, una broma sobre el calor o una noticia que escuchó en Radio Reloj. Luego nos llevaba a su cama, arropándonos entre su pecho y la noche profunda. El sabor de la abuela: Un poco de atol con harina y vainilla, el olor, colonia Fiesta con un viejo perfume, recuerdo ese halo de polvo y colorete con aroma a El Encanto. Su estilo refinado pero simple, con los viejos collares de perla que guardó desde su noviazgo con el abuelo. Abuela de lágrimas cuarteadas y canciones de la Vieja Trova, abuela que supuestamente solo gusta de las alitas de pollo, para dejarnos lo mejor a nosotros, abuelita que justifica los amores de mamá, los descuidos de papá y supo multiplicar el poco dinero que nos entraba con miles de trampillas para hacer milagros y estirar los tesoros. ¿Entendieron nuestras abuelas los cambios que aplaudieron nuestros padres? Nunca lo sabremos, ellas estaban para apoyarnos, y en ese silencio se medía el valor de sus sentimientos familiares. Cuando todo parecía fallar, cuando las puertas nos dieron en la cara, cuando se fueron los días adolescentes y no entramos a estudiar lo que queríamos. Cuando se fueron nuestros padres y todo parecía prohibido o perdido. la abuela atravesó el jardín con un ramo de margaritas, para recordarnos que la alegría es simple.