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BÉISBOL DE AYER

Chino Almonte Murió en 1973 y resultó exaltado a la inmortalidad deportiva 13 años más tarde, en 1986

El domingo 8 de abril de 1973 cerró sus ojos por última vez el empresario deportista cibaeño Caonabo Federico Almonte Mayer, mejor conocido por “Chino Almonte”, a la edad joven de 52 años, y luego, 13 años más tarde, el domingo 19 de octubre de 1986, fue exaltado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, en ceremonial efectuado en el recinto del Club Deportivo Naco, el número XX.

Conjuntamente con el Chino, fueron inmortalizados Natalio Jiménez (boxeo), Sijo Delmonte y Consuegra (béisbol), José Ravelo (tenis de campo), Otilio Suárez (softbol), Moisés Cohén (atletismo), Julián Barceló (propulsor) y Mellizo Puesán (béisbol).

A raíz del acto consagratorio, el periodista santiaguense, nuestro amigo de muchos años, Ubi Rivas, escribió en relación con la figura del Chino una extensa crónica, de la cual copiamos algunos párrafos. Veamos, dice Ubi, “La vida de Chino Almonte es digna de una suculenta antología para disfrutarla siempre. La vida de Chino Almonte se me antoja legendaria. Tiene levadura de leyenda. Chino Almonte fue un hombre superdotado y, por consiguiente, fuera de serie. Fuera de récord.

En primer lugar, tenía alta clase humana, condición que no abunda. Condición que es exclusiva de los grandes hombres.

Chino Almonte fue indudablemente un gran hombre. Un hombre excelente. Un caballero. Y como tal, impecable, elegante, en el vestir, en las maneras, en el trato, decente, pulcro por fuera y por dentro.

Chino Almonte fue lo que Petronio en la época de los Césares. Un arbitrum elegantiarum.

La sencillez del Chino Almonte nunca le permitió zaherir a alguien, humillar jamás, ni desconsiderar a nadie. Estos son corolarios de la superación mental. Chino Almonte fue un gran superado. Un hombre que trascendió en su tiempo”.

El periódico “El Sol”, editorializó el 9 de abril de 1973, así: “Un hombre puede ser tanto como una vida, tanto como su vida. Contar la historia de Chino Almonte es, a su muerte, el mayor reconocimiento que pueda rendírsele. Porque este hombre fue tanto como una vida, como su vida.

Un mozalbete de apenas 17 años, Caonabo Almonte Mayer, ingresó a lo que sería el gran amor de su vida, la Compañía Anónima Tabacalera, esa Habanera que tanto ha significado para el progreso económico y cultural de Santiago y de todo el país.

Entró a la Tabacalera para correr suerte con la empresa, para reconstruir una reputación y para hacer un nombre. A ello se dedicó con todas sus fuerzas.

Para nadie fue extraño que consiguiera su objetivo. Fue un hombre de éxito, un triunfador en su vida porque todo lo que hizo lo hizo como si todos dependieran de él y como si él dependiera sólo de Dios”.

Fue mucho lo que se escribió y habló cuando el Chino murió y cuando resultó exaltado a la inmortalidad deportiva. Habría que hacer un libro extenso para describir toda la grandeza de este interesante personaje.

Nosotros terminamos aquí con esta corta semblanza, que a grandes rasgos hemos mostrado a nuestros amables lectores, consciente de que la historia es larga y por ahora ya tienen un ejemplo de lo que fue un hombre útil a la sociedad.

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