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MUJERES DE GRANDES LIGAS

¿Cuál es tu id?

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Carolina Martínez@miacarolina45

¿CUÁL ES MI ID?: Uno de los mayores desafíos de un atleta es diferenciar lo que hace de lo que es. Su identidad como persona está tan ligada a su trabajo, que una vez detiene la locomotora de su cuerpo entra en un proceso complejo.

El atleta de alto rendimiento compite con la bilirrubina en alta. Pero una vez cruza el umbral de los años pico, el cuerpo inicia su descenso. La mente sigue joven, activa, enviando señales de que se puede, pero el cuerpo está en retroceso. Los instintos se niegan a responder, no porque no quieren, sino porque no pueden.

El atleta revive en su mente episodios de triunfos, luchas y logros, tal como la vaca rumea su alimento. Basa su estado de ánimo y satisfacción en los pensamientos que está teniendo, más que en una sólida dirección. Está lleno de energía, y a la vez es vulnerable a los cambios de su cuerpo.

Esa sensación agridulce hace que enfrente cambios drásticos internos que le pueden producir ansiedad y desenfreno.

Los jugadores pasan años sujetos a una estructura de trabajo y entrenamiento y una vez esa estructura no está, tienen que estar claro de cuál es su verdadera identidad.

Identidad es saber que fuimos creados con un sello definido para un propósito ya preestablecido.

El que tiene identidad disfruta todas sus temporadas, por más fácil o difícil que se hagan.

FUERA DEL ESCENARIO: El atleta que tiene identidad puede manejar mejor la transición de bajar. Sabe que su vida misma no radica en numeritos y estadísticas. Es delicado dejar el escenario y no estar preparado, pues la demanda del público, los aplausos y el show tiene su magia y lugar en el corazón. A diferencia de los artistas, los atletas tienen unos años hábiles breves, aunque trascienden históricamente.

El que no tiene identidad, fácilmente cae en una crisis emocional que afecta todo su entorno y algo más. La admiración de terceros inconscientemente se convierte en la gasolina que echa andar el motor, y ese aprecio de los fanáticos que causa honra y honor.

Nuestro ego disfruta el sonido de la admiración, la buena palmada en la espalda y la mirada de veneración de otro humano, como si fuera un Dios. Todo eso se siente bueno. Pero basar la identidad en eso, es un error.

El que anda sin identidad es fácil de seducir, controlar y manipular. ¿Quién soy? ¿Para que doy? Todas esas son preguntas válidas y nos dirigen en el camino hacia encontrar la verdad. El riesgo en que a veces para hallar la verdad hay que tropezar con respuestas materiales, espirituales, psicológicas o emocionales que pueden confundirnos aún más. La verdad del hombre reside en su Creador. Todo lo demás es pura ilusión.

TOMA TIEMPO Y ESFUERZO: El uno conocerse y saber quien es toma tiempo.

La identidad no se recibe por añadiduras ni aplausos externos. No somos más ni menos si somos peloteros, agentes o recoge bate.

La identidad no tiene que ver con status, posición o dinero, sino con una convicción de que se es, independientemente de tener.

El poder, la fama y el dinero embriagan al más sobrio de los cuerpos. Si la identidad estuviera basada en estos elementos no veríamos atletas que han acumulado fortuna, galardones y aprecio sentirse tan desdichados y frustrados.

La identidad tiene que ver con un propósito mayor, que es el propósito de Dios. Cuando eso se tiene, todo lo que uno ha alcanzado y logrado cobra sentido. Identidad de hijo es el máximo galardón y trofeo que un atleta activo o en retiro puede tener. De ahí parte la plenitud que se anda buscando sin importar que hagamos ni con cuanto contamos.

Nuestro ID reside aquí, en lo que Cristo dijo: “Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.” Juan 15:5 NTV Hasta la próxima

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