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Terror global

El acto de matar inocentes en lugares públicos o centros de recreación de las capitales occidentales se ha convertido en la gran epidemia del terror que hoy mantiene en vilo al mundo.

El terror se ha globalizado, dejando una secuela de sangre y espanto y quebrando incluso toda noción de seguridad ciudadana y derribando todos los escudos que, hasta el momento, ayudaban a su prevención.

Así como se globaliza el terror, así se globaliza el miedo de las gentes a que, en un momento inesperado, los llamados “soldados del Estado Islámico”, emborrachados por el fanatismo y sedientos de sangre, descarguen el golpe aleve, mortífero, brutal de sus instintos.

Puede ser tirándole un auto, una furgoneta o un camión a transeúntes en una concurrida y aparentemente segura calle, en un bulevar, en un parque o en cualquier lugar donde se congregue la gente, como acaba de pasar en las famosas Ramblas de Barcelona, en cuyo atentado han perecido más de una docena de personas y casi un centenar con heridas de leves a graves.

El mundo ha vuelto a conmocionarse con este asesinato colectivo, injusto, cobarde, en el que caen víctimas inocentes que nada tienen que ver con las razones o pretextos que esgrime el Estado Islámico para sembrar muerte y dolor a lo largo y ancho del planeta.

Las naciones amenazadas por estos grupos radicales de suicidas han hecho muchos esfuerzos por aprovechar la tecnología, la cooperación inter-institucional y las mejores estrategias preventivas para enfrentar este desafío, pero los terroristas siempre logran salirse con sus nefastos propósitos.

No obstante esa capacidad para infl igir daños y ejecutar sus ataques de sorpresa, el mundo civilizado, que se esfuerza por convivir en paz y en desarrollo, no puede sucumbir ni tirar la toalla frente a estos terroristas.

Por el contrario, debe redoblar la lucha con todos los recursos que estén a su alcance, no importa su costo, porque en defi nitiva lo que más vale es la vida de los inocentes que día a día caen víctimas de esta absurda y diabólica guerra en nombre de una redención religiosa sin asidero ni justifi cación.

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