Que limpien la Policía
Una limpieza, más profunda que la que se ha hecho hasta ahora, debe acometerse de inmediato para sacar a los malhechores uniformados que tiene la Policía Nacional.
Una sociedad no puede permitir que la institución llamada a preservar el orden público esté tan contaminada por agentes delincuentes que, con sus fechorías, solo provocan que aumente la desconfi anza del ciudadano en ese cuerpo armado.
Centenares de agentes han sido despedidos en el curso de los años al descubrirse su participación o complicidad en hechos criminales, pero ese es un tipo de depuración pasiva, reactiva, que solo funciona cuando los episodios han sido consumados.
Debe de existir algún mecanismo de supervisión que permita detectar, a través del desempeño de los agentes, o de lo que el Departamento de Asuntos Internos de la Policía investiga y comprueba, las inconductas, faltas graves o evidencias que obliguen a descalifi carlos y echarlos de la institución.
Porque la ciudadanía no aguanta más las dudas y desconfi anzas que suscitan los frecuentes hechos en que aparecen policías atracando o matando a sus víctimas.
Esto ha creado una sensación generalizada de que el pueblo no tiene quien lo proteja y que lo aconsejable es no esperar ni depender de la Policía a la hora de defenderse de los criminales o actuar contra ellos.
Lo demuestra el hecho de que en recientes casos de delincuencia callejera son civiles, hastiados de la desprotección, los que asumen su propia defensa o la de otros ciudadanos vulnerables, usando sus armas o lo que sirva para repeler a los malandrines.
Es por eso que se impone, imperativamente, una acción profi láctica que ayude a sacar de la Policía esas lacras que están minando su credibilidad, la confi anza hacia ella, y que están saboteando todo esfuerzo dirigido por el Estado para disminuir la delincuencia que campea impunemente por todo el país.