Los semilleros de la delincuencia
Cada vez que la Policía o la pandilla enemiga elimina a un delincuente, emergen sus sustitutos, multiplicados, en aquellos barrios que se han convertido en semilleros de la delincuencia.
Y esta realidad se mantendrá en la medida en que las causas fundamentales que empujan a los jóvenes al delito persistan en esta sociedad.
Muchachos nacidos de parejas jóvenes sin formación, educación, ni trabajo, ni ingresos, son candidatos potenciales a delinquir si no logran, en la juventud, una tabla de salvación.
Muchos de ellos fueron expulsados de las escuelas, por mala conducta o falta de aplicación. No tuvieron más opciones que coger la calle a buscársela a como dé lugar.
Tal vez convendría que el Ministerio de Educación piense en la creación de un programa especialmente dirigido a estudiantes que se “queman” o son desaplicados, para preservarlos en las escuelas a fuerza de enseñanza y no de exclusión, que es la vía fácil para dejarlos en la calle con libre albedrío para los desafueros.
Cuando la escuela no los retiene o los reeduca, la vía más fácil para conseguir algo es mediante el atraco, el tráfico de drogas o el sicariato.
0 engancharse a una institución armada para desde allí, revestido de autoridad, cometer fechorías. Lo prueba el hecho de los miles de agentes y soldados que han sido expulsados por ser malhechores.
Por eso es que el Estado y la sociedad nunca deben desmayar en sus esfuerzos por defender a la familia ya que cuando este núcleo se destruye, se desnivela o da señales de resquebrajarse, ahí mismo comienzan a surgir los semilleros de la violencia.
Y si este proceso coincide con una situación de falta de oportunidades para que la juventud se eduque y trabaje y pueda formar familias sanas, entonces todo esfuerzo que se haga para combatir la delincuencia adolecerá de estas flaquezas.
Porque por cada delincuente eliminado surgen otros más automáticamente. Y la rueda de la violencia nunca dejara de moverse.