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La Comisión del Agua

Con la creación de la Mesa de Coordinación del Recurso Agua, el Gobierno da el primer paso de envergadura para afrontar el acelerado deterioro de la foresta montañosa y la desprotección en que se encuentran las cuencas donde el país almacena el agua que necesita para la vida.

El ciudadano común, inmerso día a día en las controversias que generan los políticos o los grupos sociales de presión, probablemente no esté muy familiarizado con la magnitud del daño que ya ha sido causado a las fuentes de donde brota el agua que nutre los ríos que todavía no han desaparecido.

En la medida en que se tumban árboles en las cabeceras de esas fuentes o en las riberas de los ríos y cuencas hidrográficas, disminuimos las posibilidades de lluvias y matamos lentamente la fertilidad de las tierras que están llamadas a producir los recursos para nuestra alimentación.

De igual forma, en la medida en que las presas se sedimentan con la tierra aluvional que se desprende de las laderas de montañas peladas o desprotegidas, menos capacidad de almacenamiento tienen y, en consecuencia, de menos agua disponemos para irrigar tierras bajas o en llanuras o para producir energía.

Ante un cuadro que muchos no quieren ver como ominoso, la Mesa de Coordinación del Recurso Agua está llamada a definir una estrategia que sin pérdida de tiempo establezca las acciones para proteger las montañas y los ríos y para mejorar los suministros de agua potable a la población.

El trabajo que tiene por delante esa Mesa de Coordinación es amplio y retador. A ella le corresponderá decidir medidas fuertes que rompan los ciclos de abuso y depredación que predominan en la explotación irracional e incontrolada de nuestros recursos naturales.

Ya el presidente Danilo Medina advirtió que todo aquel que sea sorprendido deforestando irá preso; pero igual podría decirse que debería pasarle a todo aquel que provoque contaminación a nuestras fuentes de agua, a los que extinguen los sitios de donde brota el agua de las montañas y a los que abusan al desperdiciar las limitadas disponibilidades que tenemos de ese recurso.

Este Cuatrienio del Agua debe marcar un giro revolucionario en la lucha contra la acelerada pérdida de nuestra capa forestal, y las consiguientes amenazas que ésta representa para las cuencas destinadas a reservar el agua del presente y del futuro.

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