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¡Todos ganamos!

Las elecciones generales de ayer han sido un éxito. Un verdadero espaldarazo a nuestro sistema democrático que otra vez ha propiciado, en las condiciones más óptimas posibles, que el pueblo, soberanamente, haya elegido su destino para el próximo cuatrienio.

Desde muchos puntos de vista el proceso ha resultado ejemplar, más que nada porque el clima general fue de orden y paz. Nada extraordinario empañó el curso normal de las votaciones, salvo los retrasos iniciales provocados por la irresponsable deserción de miles de técnicos que tenían el encargo de operar los sistemas electrónicos para el registro de participantes y escrutinio y trasmisión de los votos.

Esta deserción fue una infeliz escaramuza para obstruir el proceso en su fase inicial, pero gracias a la paciencia de los electores y a las medidas alternativas tomadas por la Junta Central Electoral, el libre acceso a las urnas quedó garantizado y los ciudadanos pudieron votar con registro manual y registro electrónico sin mayores traumas.

A diferencia de procesos anteriores, teñidos muchas veces por casos fatales de violencia, de reyertas provocadas para entorpecer las votaciones o de sustracción de urnas, manipulación de resultados u otras acciones destinadas a deslegitimar los resultados, estos comicios transcurrieron con un satisfactorio nivel de normalidad y de concurrentes.

Modalidades novedosas se hicieron presentes en esta oportunidad: el voto asistido para aquellas personas incapacitadas o enfermas que no podían llegar hasta los colegios para cumplir con sus deberes y con presos preventivos de las cárceles modelo del país.

Otro rasgo sobresaliente fue que los candidatos presidenciales, congresionales y municipales, en sentido general, actuaron con mucho comedimiento e hidalguía y no se produjeron los consabidos escarceos que antes daban lugar a enfrentamientos entre sus seguidores, a las descalificaciones personales o las resistencias para reconocer la victoria de los contrarios.

Hubo mayor clima de respeto entre ellos, así como de sus partidarios entre sí. Sin lugar a dudas, este factor contribuyó a darle al proceso un carácter de fiesta democrática, despojándolo de las viejas lacras que lo afectaron en el pasado cuando parecía que la competencia electoral era un asunto de vida o muerte entre fieros e irreconciliables enemigos.

Hay que felicitar al pueblo dominicano por haber correspondido en orden y paz a este compromiso ciudadano.

Y especialmente a la Junta Central Electoral por el esmero que puso para planificar y poner en marcha un proceso complejo adoptando nuevas modalidades de participación y de soportes tecnológicos que ayudaron a transparentar y agilizar los escrutinios, como colofón de un trabajo que abarcó la depuración del padrón electoral, expedición de nuevas cédulas con códigos de seguridad, apertura a la presencia de observadores internacionales en una cuantía nunca vista y por la flexibilidad que mostró frente a los reclamos de partidos y candidatos en los días y horas previos a los comicios.

Como hubo de proclamar el presidente de la JCE, Roberto Rosario, en un Desayuno con LISTÍN DIARIO en la víspera, con estos comicios “todos ganamos”.

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