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Viejas manías electorales

Cuando el conteo de votos se hacía manualmente, la información sobre los escrutinios solía ser secuestrada por los partidos cuando les era desfavorable.

Sus centros de cómputos compilaban los resultados consignados en las actas de cada uno de los colegios electorales, pero no los daban a la publicidad si la votación les era adversa.

Aun sabiéndose derrotados, algunos candidatos mantenían silencio para no reconocer ni acreditar el triunfo del que ya ellos mismos sabían ganador, o para aventar dudas sobre la transparencia del proceso. Una forma preventiva de sugerir fraude, o de crear las condiciones para que los partidarios se lanzaran a las calles a rechazar los cómputos oficiales finales.

En esos contextos volátiles era que se celebraban, antaño, las elecciones en nuestro país, cuando el conteo manual se prestaba para innumerables trapisondas electorales de ingrata recordación.

Aparte de ser lento el procedimiento, el estado de ansiedad y angustia que se fomentaba con ese cuentagotas daba lugar a impulsos o acciones desaprensivas de los fanáticos políticos, o a la pura y simple sustracción de urnas cuando iban de camino a las juntas electorales, para que no quedaran pruebas a la hora de verificar las actas.

Otro mecanismo era el que se recomendaba a los delegados de partidos de no firmar las actas, bajo cualquier alegato, con lo cual impedían su ágil trasmisión a la Junta Electoral, demorando así el proceso de escrutinio para generar más inquietudes y, en muchos casos, impugnaciones anticipadas, todo lo cual ensombrecía el proceso y lo dejaba marcado por las dudas sobre su legitimidad.

Es la tecnología, el voto electrónico y la transmisión electrónica de la data, una especie de antídoto a estas mañosas prácticas de antaño, porque ni los delegados ni los partidos pueden manipular a su antojo los programas computarizados, ni retener actas ni “secuestrar” las informaciones sobre los resultados, porque éstas podrán fluir libremente por los canales cibernéticos para que todo el mundo se entere, disfrute o llore, de cómo fueron los sufragios.

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