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Cuando se trabaja de corazón

Pese a sus limitaciones financieras, el Instituto Dominicano de Cardiología ha dado la talla como centro de salud especializado en atender todas las enfermedades cardiovasculares y registrar las más bajas tasas de mortalidad para hospitales de su género en la América Latina.

Como nació, hace 52 años, bajo la inspiración de ser una institución más enfocada en la atención profesional esmerada a pacientes pobres y de clase media, esa mística ha predominando a lo largo de su historia, gracias al empeño de su fundador, el eximio cardiólogo doctor Héctor Mateo, y de aquellos médicos humanistas y sensibles que han sido sus discípulos.

Lo primero allí es el paciente, no el lucro. Y si se trata de pacientes de escasos recursos, lo prioritario es salvarle la vida, no preguntarle primero si tiene seguro médico para poder aceptarlo en sus salas de consulta o emergencia, como penosamente ocurre ahora en muchas clínicas y hospitales que al parecer sólo se interesan por lo que van a ganar, no por el padecimiento de una persona.

Lamentable decirlo, pero es verdad.

Haciendo malabares con los insuficientes recursos de las subvenciones oficiales, los directores y médicos, asi como las damas del voluntariado del IDC, hacen lo imposible para gestionar los dispositivos modernos que evitan complicaciones fatales a los enfermos del corazón.

Es con el corazón que trabajan, salvando corazones y vidas.

Al cumplir su 52 aniversario, el hospital exhibe logros que en su caso son más relevantes, porque no dependen del monto de las subvenciones sino del talento, la entrega y la profesionalidad de su cuerpo médico.

El Instituto Dominicano de Cardiología se merece, por ser el principal centro al que acuden los menos pudientes, que el Estado le aumente su presupuesto a fin de que pueda dotarse de más equipos y que lleve adelante la promesa del presidente Danilo Medina --aún pendiente de cumplirse-- de ampliar su área física para contar con más salas y camas para el internamiento.

Esa mística de auténtico servicio a los demás, sin discriminaciones, enaltece la memoria del doctor Mateo y de todos los que han seguido su obra, como los doctores Ernesto Díaz Álvarez y Mayra Melo, en cuyas gestiones el IDC ha experimentado saltos cualitativos en la atención y el remedio de padecimientos cardiovasculares, para orgullo de todo el país.

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