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Una Carta Pastoral que toca nuestros corazones

De nuevo, los obispos católicos del país han puesto el dedo en nuestras llagas sociales denunciando la inmisericordia de muchos frente a las necesidades de aquellos que se sienten abandonados, rechazados, faltos de atención y acogida o excluidos en el reparto del bien común.

Su Carta Pastoral con motivo de celebrarse hoy el Día de Nuestra Señora de la Altagracia, madre protectora del pueblo dominicano, atribuye a la nueva cultura de la “mundianidad” el que poco a poco hayamos ido perdiendo la capacidad de actuar en favor de los valores y fundamentos de la redención humana.

El que la corrupción haya alcanzado dimensiones generales es un factor de prueba: por esa causa, la mayoría de la población queda privada de los recursos económicos que deberían destinarse a satisfacer sus necesidades de vivienda, educación, salud, alimentación, justicia, salarios dignos y seguridad.

El incumplimiento de las leyes, unido a la impunidad que campea respecto a la corrupción, es otra de las aristas de la inmisericordia, según la iglesia, porque se evidencian muchos ejemplos de personas que en lugar de asistir a los accidentados, les roban sus pertenencias,o perpetran actos de injusticia contra el prójimo.

Al tocar el sensitivo tema de la violencia y la criminalidad, los obispos no dejan de ocultar su profunda preocupación por el auge de los feminicidios, los secuestros, el accionar de los sicarios al matar por encargo y por paga, el asesinato de personas a las que despojan de sus teléfonos celulares y la nefasta participación de militares y policías, solos o en contubernio, en las distintas modalidades del delito.

Si bien es franco y preciso en la enumeración de nuestros males, la iglesia traza las guías para superarlos. La mejor de ellas es apelar al sentido de la misericordia de todos los dominicanos, reconociendo que somos un pueblo creyente, generoso, alegre y solidario y que en esas cualidades está la base para generar un movimiento de mayor apoyo a los necesitados.

De hecho, practicar la misericordia no impone tantas obligaciones ni es difícil. Sólo se necesita un corazón sensible a las necesidades del prójimo y ayudarlo en lo que se pueda, en lo que esté a nuestro alcance.

Esta Carta Pastoral toca precisamente nuestros corazones y nos hace confi ar en que la Virgen de la Altagracia, a la que millares de dominicanos creyentes acuden con sus oraciones y sus ofrendas para suplicarle amparo, consuelo y ayuda en todas sus necesidades, iluminará a este pueblo a salvarse de sus actuales coyunturas.

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