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Hemorragia de muertes en nuestras vías

Las muertes por accidentes de tránsito, mes por mes, arrojan un promedio de 162 víctimas, la mayoría de ellas jóvenes de 15 a 30 años de edad.

Un 22 por ciento de los accidentes ocurre de madrugada y un 39 por ciento entre las 6 de la tarde y las 12 de la noche.

El consumo de alcohol y las altas velocidades, junto a otras imprudencias, son las principales causas de este fatídico saldo de tragedias que enlutan a toda la familia dominicana.

Este resumen de causas y consecuencias nos ofrece el mejor diagnóstico de una situación a la que es preciso hacerle frente con audaces y rigurosas medidas de prevención y con un mayor esfuerzo de las autoridades para hacer cumplir las leyes del tránsito y con mayor vigilancia.

Si se sabe que los fines de semana y de madrugada es cuando ocurren la mayor cantidad de siniestros, en que aparecen involucrados jóvenes que pisan demasiado el acelerador tras salir de discotecas y restaurantes o de centros donde solo se bebe alcohol, entonces es posible focalizar acciones para ejercer un mayor control de estos desafueros.

Durante esos días, justamente, es que hay flexibilidad para el expendio de bebidas alcohólicas hasta la madrugada. Entonces, hay que considerar una revisión de estas restricciones, gústele o no a la gente.

Los testimonios de víctimas no fatales de estos accidentes, recogidos por el Listín Diario en una serie de reportajes, muestran la dolorosa realidad de esta especie de epidemia que lleva a la tumba, a destiempo, a miles de nuestros jóvenes cada año.

No podemos seguir de brazos cruzados o conformarnos con un sistema ineficiente de control frente a esta vergonzosa mortandad, como si fuéramos indolentes o indiferentes a esta tragedia mayor.

Con más de millón y medio de vehículos circulando por nuestras atestadas calles, con una generalizada falta de conducta de choferes agresivos y temerarios, con un irrespeto constante a las leyes y a la luz roja de los semáforos, es suficiente para medir el potencial de esta bomba de tiempo que nos explota mes por mes, ensangrentando nuestras calles y carreteras, arropándonos de luto y dolor.

No es posible, sencillamente, soportar esa hemorragia de muertes sin hacer nada. Esto ya es imperdonable.

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