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Otra vez se mofan de nosotros

Si este Gobierno actuara con más firmeza frente a todos los desplantes de Haití, no debería perder tiempo en condicionar la entrada de haitianos al territorio nacional a que se haga por la vía aérea o la marítima, las que a final de cuentas aliviarían el enorme gasto y tensión que le crean los ingresos masivos de ilegales por su frontera.

Porque Haití, al prohibir expresamente la entrada de productos dominicanos por la frontera, lo que es más lógico y menos costoso, está provocando un cambio en las reglas del juego para tornar menos competitivas, en su propio mercado, las mercancías que les llegan desde nuestro país.

El costo agregado a exportaciones aéreas o marítimas perjudicaría a los productos dominicanos en el mercado haitiano, encareciéndolos, y Haití sabe que aplicando estas clavijas está tocando puntos sensibles de la economía dominicana, que ve en el vecino a su principal socio comercial.

El mantenimiento de un estado de inseguridad y de riesgos a los transportistas dominicanos, por más de un mes, fue señal clara de que el gobierno haitiano sabe apretar tuercas y colocar a República Dominicana a la defensiva, haciéndola reaccionar ante medidas que sorprenden a los dominicanos, y para las cuales, aparentemente, no estaban ni preparados ni mucho menos avisados.

Llamar al embajador dominicano en Puerto Príncipe a consultas no resuelve nada ni resulta, para Haití, ninguna señal relevante del fastidio que le ha causado a nuestro país. Una medida así no le sabe a nada, en términos diplomáticos, porque Haití ni siquiera tiene embajador aquí.

Pero si vamos a jugar a las reciprocidades, lo menos que pudiera hacer República Dominicana ante estas tomaduras de pelo es cerrar firmemente la frontera, impedir todo ingreso terrestre de haitianos, y sólo aceptar a estos extranjeros si vienen por avión o por barco, debidamente provistos de visas y de identificación auténtica.

Lo mismito que hace Haití con nuestros productos, a sabiendas de que rompe reglas de juego en el comercio bilateral y en la plena convicción de que todas las respuestas que pueda dar el país a sus escaramuzas diplomáticas o comerciales no tendrán mayores efectos. Y lo cierto es que con todas esas provocaciones, han sabido poner al Gobierno y al país de relajo o desacreditarlo por las cuatro esquinas del planeta.

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