Santo Domingo 25°C/25°C few clouds

Suscribete

EDITORIAL

En la hora decisiva

El presidente haitiano Michel Martelly trata de triangulizar el manejo de la situación migratoria dominico-haitiana para que otras naciones tengan la puerta abierta e intervengan directamente en el confl icto, dictándole al país las condiciones en que debe proceder para las repatriaciones de ilegales o el reconocimiento de su estatus migratorio aquí.

Martelly ha pedido la “fi rme intervención de la comunidad internacional” para forzar a la República Dominicana a negociar el procedimiento de repatriación acomodado a los intereses de Haití y del Caricom, que actúa como su corifeo de primera línea, lo que equivale a desconocer las reglas legalmente establecidas en el nuevo sistema migratorio.

Sus pronunciamientos, hechos en el contexto de la visita que realiza una misión de la Organización de Estados Americanos en Haití, luego de dejar el territorio nacional, tienen por fi nalidad abrir avenidas a injerencias internacionales que, de ser aceptadas por nuestro país o tan siquiera considerarlas como una condición para restablecer el diálogo binacional, equivaldrían a una claudicación de la soberanía y la dignidad nacional.

Si un grupo de países o la misma OEA deciden alinearse con la propuesta de Martelly, y los dominicanos aceptamos imposiciones contrarias a la naturaleza y las esencias que impregnan todo el contenido de la Carta Magna, desde ese mismo momento le cantamos el requiem al derecho soberano que nos dimos como nación, luchando fi eramente por nuestra independencia, derecho que tienen y ejercen todos los pueblos del mundo para decidir y hacer valer el ordenamiento jurídico de sus estados.

Tras esas imposiciones, si se dieran a contrapelo de la voluntad nacional, vendrían otras que cambiarían nuestra condición de país con autodeterminación propia para dar paso a un entroncamiento de nuestras leyes a los deseos o aspiraciones de Haití, a la absorción de una gruesa parte de su población y, con ella, los costos y responsabilidades que conlleva la acogida, y adicionalmente a conferirles cartas de residencia y nacionalidad así por así, sin mayores requisitos.

Estamos en una hora decisiva, en la que toda la sociedad debe abrir los ojos y medir la magnitud de lo que parece que se urde contra el país.

Si fl aqueamos, vayámosle diciendo adiós a la soberanía y hasta a la propia identidad nacional. En cambio, si nos plantamos en la defensa fi rme de nuestros derechos y dejamos claramente establecidos que los límites soberanos no pueden ser saltados por otros, entonces preservaremos la integridad de la Patria, de su Constitución y sus leyes, los propios símbolos que dieron origen a la Nación, y nos haremos respetar de los demás.

Eso es lo que hacen los pueblos valientes para que a otros no se les ocurra atreverse, como cínicamente lo acaba de hacer el presidente Martelly, a pedir que haya una intervención internacional en nuestros asuntos ni a dictarnos reglas o mandatos que van en sentido contrario a nuestros más elementales valores y principios de nación democrática, respetuosa y soberana.

Tags relacionados