EDITORIAL
Oviedo, un ilustre maestro de la pintura
La cultura nacional está enlutecida por la muerte de uno de sus más excelsos cultores, desde la pintura, el maestro Ramón Oviedo, a los 92 años.
La grandeza y originalidad de su obra, plasmada en seis décadas de consagrado ejercicio artístico, fue siempre reconocida y valorada, tanto aquí como en el extranjero, convirtiéndolo así en uno de los más célebres pintores dominicanos.
Con sus fuerzas físicas menguadas desde hace unos años por una debilidad ósea progresiva, pero con una riqueza inspiracional que nunca le hizo prescindir del pincel para reflejar en el lienzo las realidades que su genio lograba descodificar.
Oviedo esculpió hasta el último minuto de vida su gloria artística.
Su último legado testimonial lo ofreció al LISTÍN DIARIO hace justamente un mes en una amplia entrevista que le permitió repasar toda su cadena de éxitos en la pintura y volver la mirada sobre una sociedad cuyas crudas realidades atrapó en composiciones emblemáticas.
En el exclusivo elenco de los pintores dominicanos figuraba como uno de sus maestros ilustres, escuela y modelo para muchos.
Pese a ser uno de los más cotizados, aquí y afuera, el maestro vivió con su propio ejemplo de hombre humilde al que no le envanecían los premios, elogios u homenajes porque su mayor satisfacción era su propia obra y su familia.
La sociedad dominicana debe sentirse orgullosa de ser cuna de este gigante del talento artístico que hizo ver al mundo los tesoros de su arte pictórico, desde la sensibilidad de un poeta hasta el aguerrido impulso del corazón de un luchador revolucionario.
Paz a sus restos.