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La pesadilla que nos espera, si no reaccionamos a tiempo

El problema de las drogas en el país ha de verse no solo en la dimensión de los cargamentos que entran o se decomisan, sino en la necesidad imperiosa que tienen los traficantes de neutralizar toda fuente de autoridad para imponer la suya, a costa de lo que sea. De ese afán por introducir drogas, venderlas o reexportarlas es que surgen los abundantes “peajes” que ofrecen a las autoridades que están llamadas a combatir el narcotráfico, tanto para pasar los cargamentos en barcos o aeronaves, en puertos o aeropuertos o aduanas fronterizas, así como el régimen de prebendas con que logran mover sus mercancías en barrios o provincias, con multimillonarios beneficios. Una vez establecido este entramado de compra de voluntades y del financiamiento de un esquema de sicariato para “ajustar cuentas” con aquellos que no pagan o les dan “tumbes” o se resisten, en la justicia o en cualquier esfera de control, a sus chantajes o intimidaciones, lo que sigue como objetivo es un inevitable ataque a la institucionalidad del país hasta ver en qué medida debilitan al Estado y la primacía de la ley para que nadie se interponga en su camino. La sociedad ha comenzado a ver cómo, con el paso de los años, este problema nos abruma y nos hunde: siguen fluyendo drogas en cantidades mayores a las de antes; aumentando el número de niños, adolescentes y personas de todas las edades atrapadas en la adicción, creciendo la delincuencia en nuestros barrios y haciéndose más ostensible, cada día, el cohecho de autoridades judiciales y el contubernio de militares y policías en el negocio. Parecería que toda la majestad de la ley y el principio de la autoridad está soportándose en tierra movediza mientras las fuerzas que dominan el negocio se hacen todavía más fuertes, menos vulnerables y más poderosas, lo que todo el mundo sabe. Las experiencias de otros países donde el narcotráfico se ha enseñoreado e impuesto su primacía, con un saldo de terror y de sangre, son los mejores referentes para que nadie dude que aquí, si las cosas siguen como van, no estaremos libres ni ajenos a esas terribles pesadillas.

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