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El plan preventivo contra el ébola

Ahora se nota que el Gobierno está tomando en serio su responsabilidad de prevenir el ingreso del ébola al país. El plan preventivo anunciado ayer no debe asumirse como una reacción imperativa ante la expansiva propagación de la epidemia, sino como un compromiso de sagrado cumplimiento. Es decir, que en su aplicación no puede subestimarse el empleo de los recursos y acciones que sean necesarios para que el sistema de alerta no sea algo episódico, sino de veinticuatro horas, todos los días. Corresponde en primer grado a los organismos que manejan los sistemas portuarios y aeroportuarios mantener un estricto control de los pasajeros que hubiesen podido estar en el último mes en alguno de los países en estado de alerta por el ébola, principalmente de aquellos africanos en donde la enfermedad diezma progresivamente a sus ciudadanos. Estas medidas forman parte de un protocolo internacional cuya observación se hace visible, por ejemplo, en varios países latinoamericanos en cuyos aeropuertos hay profusión de mensajes de advertencia, no sólo para prevenir el ébola sino también la chikungunya, de la cual aquí ya ni siquiera hablamos, pero que sigue siendo un virus peligroso y contagioso y una realidad latente en nuestro territorio. La respuesta del Gobierno tranquiliza a una sociedad que estaba abrigando serias dudas sobre la capacidad del país para hacer cumplir un plan de esta envergadura si en el sistema hospitalario se estaban dando situaciones que penosamente mostraban nuestras deficiencias para darle la mínima y efectiva atención a enfermedades comunes, como es el caso del Robert Reid Cabral. Tomada ya estas previsiones, lo que hay que esperar es que los responsables respondan a la altura de sus obligaciones y demuestren que son capaces de proteger al país de la amenaza de una enfermedad que no parece encontrar valladares firmes a su expansión.

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