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“Julio César” alude a la política actual

Gregg Henry interpreta a un César trumpiano en una polémica “Julio César”, en el Central Park de Nueva York. / SARA KRULWICH/THE NEW YORK TIMES

Gregg Henry interpreta a un César trumpiano en una polémica “Julio César”, en el Central Park de Nueva York. / SARA KRULWICH/THE NEW YORK TIMES

“Julio César”, de William Shakespeare, siempre se ha tratado sobre más que de matar a César. En la víspera de la Segunda Guerra Mundial, Orson Welles montó una histórica producción antifascista con un César estilo Mussolini. La Royal Shakespeare Company recientemente ambientó la obra en África, evocando a los dictadores y las guerras civiles de ese continente.

Hace cinco años, el Teatro Guthrie, en Minneapolis, Minnesota, realizó una producción que escenificaba el magnicidio de César como un Obama a manos de conspiradores de derecha.

Sin embargo, es el Teatro Público en Nueva York el que se halla en medio de una fuerte polémica, por su nuevo montaje de la obra en Central Park. Oskar Eustis, el director, optó por hacer que su César fuera claramente “trumpiano”, dándole un mechón de cabello rubio y una esposa con un reconocible acento esloveno.

Igual que les sucede a todos los césares, es asesinado a mitad de la obra por Bruto y sus cómplices.

Ese asesinato ha llevado a Delta Air Lines y al Bank of America a retirar parcial o enteramente sus patrocinios al programa gratuito Shakespeare in the Park del Teatro Público y lo ha lanzado a un torbellino de críticas por parte de simpatizantes del presidente Donald J. Trump.

“Julio César”, con el tema medular del magnicidio, es políticamente tensa. Fue escrita cuando la Inglaterra isabelina rebosaba de complots políticos.

A través de los años, ha sido prohibida por regímenes totalitarios. Y espectadores y académicos tienen mucho tiempo de debatir el significado de la obra y el grado al que Shakespeare simpatizaba con los conspiradores o los condenaba. En la obra, César, cada vez más poderoso, es asesinado en aras de salvar la República.

Muchos líderes han quedado fascinados con la obra. George Washington vio una producción del drama, en 1790. Nelson Mandela plasmó apuntes en una copia mientras estaba encarcelado por luchar contra el apartheid en Sudáfrica.

Y la obra se convirtió en un elemento básico en las listas de lectura de las escuelas públicas de Estados Unidos, en parte porque permitía a los maestros abordar el republicanismo, dijo Brett Gamboa, catedrático de lengua inglesa en Dartmouth College.

Sin embargo, al igual que cualquier obra, la puesta en escena, y la historia en la que se basa, puede ser interpretada de distintas formas. John Wilkes Booth actuó en una producción de “Julio César” en Nueva York antes de asesinar a Abraham Lincoln, y, tras el asesinato, se quejó de que era cazado “por hacer lo mismo por lo que Bruto fue admirado”.

Stanley Wells, un destadcado estudioso británico de Shakespeare, afirmó que el dramaturgo pareció anticipar la larga vida póstuma de la obra cuando hace que Casio, uno de los conspiradores, exclame a Bruto: “¡Cuántas veces en el futuro/ Será representada otra vez nuestra gloriosa escena/En Estados no nacidos y en acentos aún desconocidos!”.

Eustis incluye la cita de Casio en sus apuntes en el programa, a los que agrega su propia reflexión: “Julio César puede ser leído como una parábola de advertencia para quienes tratan de luchar por la democracia por medios antidemocráticos. Enfrentar al tirano no significa imitarlo”.

La producción que montó Orson Welles en 1937, con el Teatro Mercury, fue una revelación. El crítico Brooks Atkinson escribió en The New York Times que “la marcha sombría de infantería militar a través de las sombras ominosas del escenario es la música fatalista escuchada hoy alrededor del mundo”.

Gamboa apuntó que esa producción influyó en otros Césares, representados como figuras políticas reconocibles.

“Cuando todos están en togas blancas, simplemente no hay mucho contexto allí”, señaló Rob Melrose, quien montó la producción de 2012 inspirada en Obama. Melrose dijo que el acto de violencia, centro de la obra, siempre debe ser abominable.

“Cuando César es asesinado, es espantoso y terrible; así se trate de Obama o Trump”, indicó. “Trump, los republicanos y los demócratas deberían sentirse alentados porque el mensaje de esta obra es que asesinar a un líder político, independientemente de cuán justificados sean tus puntos de vista, es una terrible idea”.

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